La indignación del VAR
El partido se suspende, el grito de gol queda ahogado después del estallido por esa jugada monumental. El árbitro pintado, los jugadores en cuclillas, todos esperan la resolución del VAR.
Gol anulado, fuera de juego, mano, una falta previa en mitad de cancha. Gol anulado.
Bronca, puteadas, indignación generalizada, silbatina y amargura. Pero… así son las reglas.
¿Reglas? ¿Quién las impone?
Un poder desconocido que nadie elije, a la distancia, mediado por la tecnología, que anula los principios que dieron origen al juego y que incluían la valoración de la picardía, la fantasía, la mano de Dios.
Pero estamos hablando de valores, principios y reglas.
Avancemos:
Los valores son los fundamentos morales, el respeto a la vida, la igualdad entre las personas, la dignidad humana. Son la base del derecho. Del vínculo que afirma una cultura que se materializa en sociedad.
Una sociedad que acuerda en los principios que la ordenen. Que se da a sí misma una Constitución y funda un estado de derecho. Que se da leyes, adecuadas a sus circunstancias, discutidas, aprobadas y respetadas por todos.
Es lo conocemos como democracia, derecho internacional, derechos humanos, de la naturaleza, de la niñez y tantos otros que nos guían para conducirnos éticamente en la vida.
¿Y las reglas?
No se discuten. No son morales. Se imponen en función de la utilidad que les brindan a quienes las formulan. Sancionan, son mandatos absolutos que no requieren aceptación, sólo sumisión.
Cuando vemos en la geopolítica internacional, hoy situada en el terreno de combate sobre suelo ucraniano, que lo que se disputa en el fondo es la cuestión del diseño del mundo que se perfila nos queda mucho más claro. Un mundo unipolar, basado en reglas, u otro multipolar, basado en el derecho internacional, la paz y el bienestar.
Ese es el dilema que emerge de las guerras, las crisis económicas, las batallas de medios, las revueltas populares que sacuden el mundo actual.
Nos regirán las reglas de los poderes dominantes o impondremos nuestro poder constituyente, con democracias populares que reconfiguren nuestras sociedades en favor de nosotros mismos, los que queremos volver a jugar sin VARes que nos dominen.