NEOMALTHUSIONISMO TRANSGÉNICO (O DE CÓMO ELIMINAR EL HAMBRE ELIMINANDO A LOS HAMBRIENTOS)

Trabajo presentado para el Seminario de la Cátedra de Pensamiento Latinoamericano. Prof. Juan Rosales. Diciembre 2003.

El presidente Bush eligió como obsequio para el novato presidente de Argentina N.K., un ejemplar original de un trabajo de Malthus sobre teoría económica, escrito en 1798. Este gesto indicaría el aprecio que el representante más cabal del neoliberalismo militarista de eeuu tiene por esas ideas, al tiempo que reconocería valerse de ellas para la formulación de sus políticas y estrategias de control. También sería un claro mensaje para su visitante, en el sentido de irlo preparando para recibir el tratamiento que le corresponde como representante de una porción marginal de la periferia de un imperio en vías de expansión.

Malthus fue aquel que afirmara que la población crecería geométricamente en contraposición al crecimiento matemático de los recursos económicos (1). Es decir, que el crecimiento económico desembocaría indefectiblemente en un aumento explosivo de población. Esa gran masa de población, que no podría incorporarse al aparato productivo, se convertiría en un excedente marginal. Las formas de regular este fenómeno, según él, serían la disciplina moral, léase sexual, que sobre fundamentos religiosos, éticos y legales, frenara la tasa de natalidad. Pero en caso que estas prevenciones no dieran resultados, Malthus confiaba en la propia naturaleza. La miseria, con sus secuelas de enfermedades, la guerra y en última instancia la misma falta de alimentos restablecería el equilibrio. El hambre acabaría con los hambrientos.

Pero para decepción del precursor positivista, dos cosas comprobaría la historia futura. Primero, que el desarrollo científico económico, en un modo de producción socialista, sí era capaz de satisfacer las necesidades de toda la población. Y segundo: los hambrientos no se resignarían a morir de inanición.

Sin duda, como dijera un líder de la revolución china, la principal contribución a la paz mundial de su país era darle de comer todos los días a sus mil millones de compatriotas. Pero salvo ésta, como otras pocas experiencias, por caso Cuba o Vietnam, que opusieron políticas de estado en contra del capitalismo, la batalla fue ganada por éste tras la caída del muro y el hambre reina en sus dominios.

Así resulta claro que la letal carencia de alimentos que padecen dos tercios de los habitantes que sustentan a este sistema, no es una consecuencia "natural" de la escasez, ni de la imposibilidad técnica de generación de recursos. Muy por el contrario, es una consecuencia "orgánica" del modelo económico. Inherente a sus principios, premeditada, planificada, necesaria para garantizar los máximos beneficios posibles para las élites que lo instrumentan.

Aún así, para el capitalismo un mundo hambriento y explotado no es suficiente. En función de sortear sus crisis de producción -en especial la reconversión energética y tecnológica en marcha- y el cuestionamiento político-ético planetario, para su lógica reduccionista el mundo alberga una cantidad intolerable de habitantes.

Los mecanismos que ha puesto en marcha incluyen los que anticipaba la teoría clásica, adecuados a los tiempos modernos, y una nueva estrategia, cuya perversidad haría ruborizar al mismo Maquiavelo. Entre los medios "visibles", sobre los cuales mucho se ha dicho ya, podemos puntualizar:

Las guerras localizadas que además de sus efectos directos incluyen una zaga de elementos que las hacen especialmente mortíferas sobre las poblaciones civiles. El uso de desfoliantes, minas personales, residuos radioactivos - en la reciente guerra de Irak se usaron armas con uranio enriquecido no solo en los misiles sino incluso en el parque de infantería. -, que convierten a las secuelas en formas permanentes e indiferenciadas de exterminio. (2)

El mismo modo de producción irracional que emplea técnicas contaminantes y traslada industrias letales fuera del territorio de los países centrales, que las condenan en su legislación y son repudiadas en todos los convenios internacionales. Tal los casos emblemáticos del tabaco y la industria de la droga, (juntas representan una de las ramas más importantes del comercio mundial, detrás de la armamentística), que producen para la muerte al tiempo que matan a sus propios productores, reducidos a condiciones miserables de trabajo. Por no nombrar al resto de las industrias contaminantes y los regímenes de trabajo fabriles que se aplican en todas las áreas periféricas.

También tenemos que puntualizar las terribles consecuencias que para la vida de las poblaciones tienen las técnicas intensivas de extracción de recursos naturales no renovables, con sus secuelas de desertificación de las tierras y creación de masas nómades de población hambrienta donde antes se encontraba un eco hábitat estable.

A todo esto debemos sumarle otros instrumentos más directos como las enfermedades manipuladas, el SIDA representa tal vez la mayor experiencia en este sentido, o la política diferenciada de los laboratorios medicinales que desinvierten en la investigación de endemias mientras diseñan una farmacopea que se centra en las anomalías más complejas para las cuales sólo tienen acceso los sectores de mayores recursos.

Por último restan mencionar los planes de esterilización, llevados a cabo muchas veces compulsivamente o sugeridos como un medio idóneo de control de la natalidad. Mucho más podría agregarse en torno a cada una de estas políticas y de otras más que no mencionamos, pero es suficiente este punteo para comprender cuan en el centro de los objetivos se encuentra el limitar el número de la población mundial, por cualquier medio que sea. Lo que sí hay que remarcar es que se articulan de manera tal de servir a la reproducción y retroalimentación de las ganancias, generando una cada vez mayor acumulación de capitales que sostienen el desarrollo del mismo modelo. Destruir la población y el propio planeta parece ser un buen negocio.

Un párrafo aparte merece el capital financiero generado por los excedentes producidos en gran medida por las industrias mencionadas y particularmente por el ahorro de prácticamente todos los habitantes del planeta (vía depósitos bancarios, previsionales, contribuciones impositivas aplicadas al consumo (3), etc. que se vuelcan al mercado de capitales accionarios), lo que da por resultado la actual situación paradojal en que las principales víctimas de la expoliación empresarial son sus propios dueños, financistas o accionistas. La deuda externa, que en este año representó la mayor transferencia de la historia hacia los centros de poder, es el principal mecanismo de sometimiento y disciplinamiento de los países periféricos.

Por supuesto que todo esto no se ha llevado a cabo sin una resistencia permanente, a veces más visible y explosiva, otras latente y reflexiva. Los pueblos pauperizados y los sectores marginados han luchado por su básico derecho a la vida de mil maneras. Desde nuestra perspectiva, los piqueteros o los sintierra brasileros son los ejemplos más cercanos, pero el mundo entero se encuentra movilizado frente al hambre.

Junto a ellos los grupos más sensibles o concientes se han articulado en un sin fin de organizaciones que denuncian y proponen alternativas a ese modelo. Los foros sociales mundiales, como la labor de redes de asociaciones civiles y partidos políticos de oposición, han logrado obligar a la adopción de convenciones internacionales que en algunos casos son aceptadas por los gobiernos centrales a regañadientes o "con la mejor buena voluntad" y en otros vetados o ignorados directamente, como han hecho los eeuu con protocolos sobre biodiversidad, protección del medio ambiente o desarrollo de armas nucleares. Si bien, por el momento, estos pasos no representan más que paliativos, si son una manifestación concreta de la lucha por la sobrevivencia que la humanidad encara cada día con más decisión.

Pero el tema del que nos ocuparemos aquí, por su gravedad, consecuencias y determinaciones, tiene un carácter estratégico y debe ser llevado al primer plano en las prioridades de confrontación.

Vamos a tratar de explicar lo más claramente posible la problemática de los alimentos transgénicos, que junto al patentamiento de las estructuras genéticas, son los más recientes eslabones de la cadena de dominación.

Los cultivos transgénicos, con particular importancia el de la soja, representan una de las estrategias más complejas y articuladas que están poniéndose en marcha en la actualidad. Su análisis permite ver un modelo paradigmático de cómo el capitalismo crea, organiza e instrumentaliza una nueva rama de producción en función del rediseño del mundo.

El descubrimiento de las estructuras genéticas, la identificación de las propiedades de cada gen y su posterior manipulación posibilitaron el intercambio de propiedades entre diferentes especies y distintos organismos. Así fue posible trasladar las propiedades de resistencia a la sequía que poseían determinas plantas o animales a otras que carecieran de ellas, (la soja incorporó, por ejemplo, genes de escorpión africano). También se logró aumentar los rindes, acelerar el crecimiento, o modificar la apariencia de los productos.

Esto fue presentado como una panacea por sus promotores y especialmente por una compañía americana, Monsanto, que sería la encargada de poner en marcha la explotación comercial de las semillas transgénicas y de su modelo de producción y comercialización. Lo primero que hizo Monsanto fue asegurarse el monopolio de sus semillas, por un lado ofreciendo una variedad estéril, es decir que la planta no tiene la capacidad de generar nuevas semillas, y por el otro con un estricto control de la producción de las que sí son fértiles para impedir su uso amparándose en sus derechos de patentamiento, es decir conservando la propiedad sobre la descendencia.

Sobre el tema del afán de privatizar y patentar las formas de vida que se logren modificando en algo su estructura genética, digamos que resulta una pretensión tan temeraria y absurda, que no puede entenderse sino a partir de la coerción del poder sobre la razón. Pensemos que prácticamente todas las formas de vida sobre la tierra pueden estar sujetas a algún tipo de manipulación, de tal modo que al final tendríamos un mundo donde cada planta, cada animal y cada elemento del consumo humano tendrían un único propietario. El introducir un gen, entre los cientos de miles que constituyen un organismo no autoriza ni por lejos a reclamar propiedad sobre él, ya que su existencia depende del proceso natural de la vida. Ese proceso, ese desarrollo múltiple, complejo e interdependiente de la naturaleza toda, - aire, agua, sol, minerales, etc.- no puede reclamarse como propio, son las condiciones de existencia del propio universo, del cual el hombre no es más que una minina parte, pese a la estúpida soberbia de unos pocos. (3)

Hoy por hoy, Monsanto es el dueño de la soja. Ha logrado reemplazar la planta original por la de su propiedad e imponer un modelo de producción que vuelve absolutamente dependientes a los productores. Por un lado los ata a la recompra de la semilla, pero para que ésta germine y se desarrolle requiere una altísima dosis de agroquímicos.

Los agroquímicos, entre los cuales el glifosato es el principal, devastan toda biodiversidad actuando como un antibiótico para los cuales las plantas transgénicas son inmunes. Estudios realizados en diversas partes del mundo dan datos concretos. En una zona de Inglaterra donde se experimentó con este producto prácticamente desaparecieron las mariposas y otros insectos. En Argentina la frontera apícola está cada vez mas alejada de la zona agrícola. En la India han desaparecido especies naturales que eran básicas para la medicina natural. Pero los efectos que la exposición directa a los agroquímicos producen en los seres humanos son comprobados a diario en todos los ámbitos de la sanidad. Afecciones de piel, vías respiratorias, digestivas, crecimiento abrumador de enfermedades varias, diferentes formas de cáncer, malformaciones en los recién nacidos, etc, etc.

En nuestro país son varias las causas que se tramitan en la justicia por este motivo. En Córdoba se han presentado pruebas concluyentes de los efectos mortales que el glifosato ha producido en la población de un pueblo que linda directamente con los cultivos de soja. El caso, aún sin resolución, es un testigo de lo que sucede en miles de otros. La complicidad de las instituciones con los poderes económicos es evidente.

Pero la agroindustria tiene otras consecuencias sobre las poblaciones que parecen ser ignoradas en la formulación de los cálculos de costo beneficio. La siembra directa, intensiva, sin rotación, agota los nutrientes del suelo volviéndolos estériles en un lapso relativamente corto (10 años), dependiendo de su riqueza mineral inicial. Requieren cada vez mayores cantidades de fertilizantes hasta llegar a un punto en que el proceso no puede ser revertido, es decir tierras que ya no podrán ser aplicadas a otro tipo de cultivo.

El cultivo intensivo y homogéneo de soja transgénica captura cada vez mayores áreas agrícolas. La Argentina produce un 95% de soja transgénica contra solo 5% de soja natural. La superficie destinada a su producción equivale al 45 % del total de su superficie agrícola. Es el primer exportador mundial y el segundo productor después de eeuu. Representa más del 50% de las exportaciones del país. Por ejemplo la provincia de Santa Fe tiene más del 90% de su superficie cultivada sembrada con soja.

Esto tiene repercusiones ecológicas y sociales trascendentes. Por un lado la lógica económica derivada del tipo de explotación lleva a la concentración en muy pocas manos de la tierra. En el área pampeana sólo entre 1992 y 1997 se habían reducido en más del 30% la cantidad de explotaciones, de entonces a hoy la concentración sin duda habrá aumentado otro tanto.

La tecnificación implica también una especialización de la maquinaria agrícola que ata al productor a ese monocultivo al tiempo que requiere un mínimo de mano de obra, dejando entonces a los unos dependientes exclusivamente de un modelo productivo que no podrán reconvertir cuando inexorablemente se agote y a los trabajadores rurales desocupados, sin tierras, sin medios de subsistencia, forzando su migración a las ciudades donde dependen de los planes asistenciales sin poder aplicar los conocimientos que les son propios. De este modo desaparece también una cultura que permitiría en el futuro reencausar el modelo agrícola nacional.

Las poblaciones locales pierden asimismo sus fuentes de provisión de alimentos volviéndose dependientes de los mismos. Productos básicos, como leche y sus derivados, frutas, legumbres y hortalizas tienen que ser importados del exterior o distribuidos en el país para cubrir las necesidades de áreas que antes eran perfectamente autosuficientes.

La desaparición de la biodiversidad, como el desmonte y la incorporación de tierras vírgenes a la producción, provocan cambios climáticos y rompen los equilibrios biológicos. Así a los estragos que pueden producir nuevas plagas se suman los efectos de sequías e inundaciones recurrentes como los vividos en Santa Fe, Córdoba o la Provincia de Bs. As. que implican un costo social y económico incalculable. El panorama del desierto nordestino de Brasil, el sertao, donde se puso en práctica el monocultivo de la caña de azúcar hasta fines del siglo XIX, muestra la imagen futura de estos suelos.

Pero el mayor daño no es el producido al eco hábitat y a la estructura social, sino las nefastas consecuencias que directamente afectan al organismo humano con el empleo de la soja como alimento. Este poroto y sus derivados tiene un alto contenido proteico, su uso en el mundo se ha generalizado como forraje para los animales. Europa lo importa con ese destino, pero tiene absolutamente prohibida su producción local y exige identificar claramente cualquier alimento humano que la contenga, al tiempo que alerta a su población sobre las imprevisibles consecuencias que puede tener su consumo.

Consecuencias imprevisibles pero seguras. Trastornos hormonales, resistencia a los agentes activos de los medicamentos, baja de las defensas inmunológicas, anemia, descalcificación, son sólo algunas de las consecuencias comprobadas en las poblaciones obligadas a su consumo. Poblaciones entre las cuales la nuestra es un caso testigo. Como en tantos otros renglones nuestro país es sujeto pasivo de diferentes tipos de experimentaciones tanto en los planos macro económicos como sociológicos y biológicos.

Aquí la organización que nucléa a los mayores productores de transgénicos (AAPRESID, Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa) han instrumentado un plan que llamaron "soja solidaria", destinando el 1% de su producción a los sectores de más bajos recursos con la excusa de buscar acabar con el hambre. -Los cargamentos de "soja solidaria" llegan a casi todo el país, ayudados por las donaciones de gasoil de Chevron-Texaco. (5) En pocos meses han logrado introducir el consumo de soja -un alimento casi desconocido en la dieta nacional- en centenares de comedores, escuelas públicas, hospitales y geriátricos, mediante una amplia red de capacitadores encargados de "enseñar" a cocinar la soja y "difundir sus valores nutritivos". De acuerdo a la información brindada por el coordinador de la campaña, Ezequiel Schnyder, unas 700.000 personas en todo el país se "benefician" directamente con el programa, aunque "si incluimos a quienes se autogestionan, y consiguen en forma directa la donación del poroto, se podría decir que cerca de un millón de personas están adheridas al plan, directa o indirectamente". Una de las estrategias de los promotores de la campaña es la donación de máquinas productoras de "leche" de soja a escuelas o comedores incapaces de obtener la cantidad de leche de vaca necesaria para responder a la creciente afluencia de niños con déficit alimentario. Los resultados de la campaña son aún inconmensurables, pero se pueden avizorar varios elementos de riesgo. Sergio Britos, investigador del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), advierte que "la leche de vaca es parte irremplazable de la dieta de los niños, por lo que su reemplazo por la mal llamada "leche" de soja provoca déficit de calcio, y la limitada capacidad del organismo para absorber el hierro presente en la soja aumenta las probabilidades de anemia". Por otra parte la soja GM (Genéticamente Modificada) consumida en Argentina posee altas cantidades de residuos tóxicos. Al igual que en otros países, los controles fueron flexibilizándose al ritmo de las necesidades de las transnacionales impulsoras del "nuevo modelo" agropecuario: hasta el advenimiento de los cultivos transgénicos, el máximo de residuos de glifosato permitido en cultivos o alimentos derivados era de 0,1 ppm, pero a mediados de los años 90, junto a la implementación de la soja RR (Marca de la semilla de Monsanto: Roundup Ready, resistente al glifosato), el máximo fue establecido en 20 ppm, un incremento de 200 veces el límite anterior. Nunca se realizaron en el país análisis para comprobar la cantidad de residuos presentes en los alimentos elaborados con soja. En julio de 2002, el Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, que preside Hilda González de Duhalde, elaboró un documento titulado "Criterios para la incorporación de la soja". Allí se dice categóricamente que "el jugo de soja no debe ser denominado "leche" pues no la sustituye de ninguna manera". Al tiempo que se advierte que la soja no debe ser presentada como una "panacea alimentaria" y se "desaconseja su uso en niños menores de 5 años y especialmente en menores de 2 años". Estas conclusiones fueron ratificadas en el proceso de discusión que culminó con la Jornada de Discusión Técnica "Soja y Alimentación", convocada por el mismo ente estatal en diciembre de 2002. Inclusive el documento preliminar, "Consideraciones sobre la soja en la alimentación", destaca la necesidad de introducir en la roturación de los productos elaborados con soja la inscripción de leyendas aclaratorias: "No recomendables para menores de 5 años" (en los envases de porotos de soja y bebibles de soja), y la inscripción: "Este producto no reemplaza a la leche" (en el caso del jugo de soja). Observaciones que no son tenidas en cuenta por los promotores de la campaña "solidaria", cuya población objetivo son justamente los sectores más vulnerables: niños y mujeres embarazadas que concurren a comedores asistenciales. La misma advertencia es realizada en el informe "Mitos y verdades de la soja", elaborado por la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND). Allí se advierte que mientras la leche de vaca contiene entre 110 y 140 mg de calcio por cada 100 ml, el jugo de soja sólo contiene entre 2 y 13 mg. Por otra parte -continúa el informe- "la forma en que la naturaleza presenta el calcio en la leche de vaca es más aprovechable por nuestro organismo, en cambio que el calcio de origen vegetal es de pobre utilización". La alta concentración de fitatos presente en la soja interfiere su absorción, al igual que ocurre con el hierro y el zinc, dos minerales de máxima importancia: el primero, como protector contra anemias y el segundo, por su papel en los procesos inmunitarios. "El problema con el poroto de soja es que prácticamente ninguno de los micronutrientes que contiene es absorbido por el organismo". A pesar de estas advertencias, las autoridades -nacionales y provinciales- miran para otro lado, mientras la "soja solidaria" impone nuevos hábitos alimentarios en función de los intereses de las grandes empresas semilleras extranjeras y de los terratenientes nativos.

"Tiene que quedar documentada la manera en que se toman las decisiones y quiénes las toman, porque dentro de diez años, cuando se analicen los impactos, hay que saber quiénes son los responsables" señala Walter Pengue, experto en Mejoramiento Genético Vegetal de la UBA, poniendo de relieve un aspecto central de la crisis actual: la impunidad con la que las clases dirigentes toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos argentinos. La imposición de la soja en los segmentos más vulnerables de la población está creando una suerte de apartheid alimentario. Mientras las clases acomodadas pueden continuar con una dieta diversificada, grandes masas de excluídos deberán conformarse con "alimentos para pobres", consumiendo los excedentes que los grandes productores agroindustriales no pueden colocar en el mercado internacional.

Para Jorge Rulli, uno de los principales referentes del Grupo de Reflexión Rural (GRR) "Muchos siguen repitiendo que Argentina es el "granero del mundo", pero ese es un diagnóstico equivocado. El actual modelo agropecuario nos está transformando en una "republiqueta sojera". El monocultivo está destruyendo la seguridad alimentaria y la vida rural, y en ese sentido es la antesala del hambre. Yo creo que con esto Argentina se anticipa al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), en el sentido de que se nos asignó un rol como país en la división internacional del trabajo en los marcos de la globalización. Un rol de productores de soja." Mientras tanto, estas iniciativas "solidarias" sustentadas en la idea de que "pobres habrá siempre", amenazan con arrasar la diversidad nutricional que caracterizó históricamente a Argentina, repartiendo entre los pobres las sobras del modelo, y subordinándolos con el eufemismo de "enseñarles a comer".

La autonomía de las conductas de millones de personas está en juego ante la uniformación de las prácticas alimentarias operada bajo la hegemonía de los oligopolios productores de semillas GM y alimentos y, con ella, la capacidad de formar ciudadanos libres y dotados de un pensamiento crítico capaz de transformar la realidad en beneficio de las grandes mayorías nacionales.-

Así termina la nota que acabamos de resumir, en ella son claramente visibles los alertas que desde diferentes sectores de la sociedad se alzan frente a los peligros inmediatos del modelo alimentario basado en la soja. Pero desde cada punto de vista las consecuencias últimas son sólo esbozadas, pareciera que reduciendo el problema a su propia especificidad sin considerar las derivaciones futuras en ámbitos como la educación, la capacitación laboral, el desarrollo físico mental y los niveles de salud enfermedad, de las poblaciones afectadas, pudiera mantenerse la discusión dentro del ámbito científico, reservada a los expertos y fuera de los ámbitos del debate público, político y social.

Lo cierto es que esta estrategia forma parte de un rediseño del mundo, no de otro modo podemos entender la compulsión con que los gobiernos son obligados o simplemente adoptan sin evaluar, a instrumentar políticas "sociales" que apuntan a estratificar la pobreza, normalizándola y creando una nueva categoría escindida del resto de la población. La alimentación está en la base de esta construcción.

Para el capitalismo globalizador, en su etapa de hegemónica concentración mundial, no valen ya pruritos como los derechos humanos, transformado en un genocida confeso, sostiene que eliminar el hambre del mundo consiste, como postulaba Malthus, en eliminar a los hambrientos. Sólo que ahora ha descubierto una forma mucho más sutil para acabar con ellos: dándoles de comer.

El caso de la soja es paradigmático, pero no por ello son menos perniciosos otros productos biotecnológicos, que como el caso del maíz, son la base de la alimentación de pueblos enteros.

México en ese sentido sufre el mismo destino que nuestro país pero con la doble tenaza de la dependencia a eeuu, ya que debe importar desde allí el maíz que consume, esto en virtud de los acuerdos del NAFTA y de los subsidios agrícolas que reciben los productores estadounidenses que han logrado destruir el cultivo natural local. La soberanía alimenticia, esto es el derecho de todo pueblo a producir los alimentos que consume, es hoy una de las prioridades que con más decisión debe ser planteada ya que, sin eufemismos, los alimentos de países enteros están en manos de compañías estadounidenses o multinacionales.

Un párrafo aparte merecen en este sentido los productos elaborados por la ingeniería alimenticia. Prácticamente un sin fin de ellos, desde el jamón al dulce de batata pasando por el huevo en polvo o el azúcar , sin mencionar por obvios todos los aderezos, edulcorantes, bebidas y alimentos "chatarra", no contienen prácticamente ningún elemento natural y si en cambio se elaboran en base a formulas que logren obtener el más económico sucedáneo posible. De este modo los alimentos industrializados pasan a formar parte del mercado distanciando cada vez a los consumidores del productor y reemplazando los mecanismos de la estacionalidad a favor de una oferta monopólica permanente.

Esto además configura un factor determinante de control sobre una población cautiva. El avance de esta tendencia puede observase en cualquier supermercado, donde las superficies dedicadas a la oferta de alimentos naturales sin procesar, no sobrepasan el 10% del total.

Otra temática relacionada, que es oportuno mencionar, es la de la industria farmacéutica. Su incidencia en la salud es perversa. El objetivo de la medicación no es en ningún caso la cura más efectiva, natural, económica y libre de efectos secundarios. Por el contrario apunta a cautivizar al paciente, si fuera posible de por vida. Así apuntan a un sector de la población con recursos económicos suficientes como para sostener los gastos farmacéuticos y de atención que le permita alcanzar una expectativa de vida digna, dejando en manos de dios al resto. Dentro de esta misma lógica, los grandes laboratorios experimentan con aquellos sectores más desprotegidos los paliativos para cuadros de alta complejidad, destinados a extender la dependencia farmacológica y técnica de los sectores mas adinerados, mientras desisten de cualquier política de investigación y desarrollo que frene las enfermedades más comunes y que mayor mortandad producen en el planeta.

Para reforzar la naturalización de este modelo, más allá de la violenta imposición del orden económico social, se refuerza a niveles abrumadores el aparato ideológico, fundamentalmente a través de los medios de comunicación , pero más orgánicamente por medio de la educación. El pensamiento crítico busca ser erradicado, la formación técnica apunta a la formación de operarios no creadores y las expresiones artísticas deben transformarse en productos culturales dependientes de la industria del sector.

Hasta aquí esta estrategia neomalthusiana parece apuntar con nuevas y viejas armas a reducir o controlar la población excedente, pero: ¿sólo se trata de matar a los hambrientos?, ¿de eliminar a los pobres sobrantes?, lamentablemente no termina aquí el horror.

Malthus fue sólo un hombre más de su época, su teoría encajaba perfectamente en el espíritu e ideología de una parte mayoritaria de la sociedad civil y científica de entonces. Es por esto que va asociada a otras visiones y perspectivas. La más conocida es el darwinismo, que en apretada síntesis podría enunciarse como la supervivencia del más apto en el camino de la evolución natural. Spencer, en Inglaterra, trasladaría estos conceptos al ámbito social, otorgando derechos naturales a los más fuertes y justificativos científicos a la desigualdad y la explotación. Condorcet y Retzius en Francia, Closson en eeuu, y posteriormente un Rosemberg en la Alemania nazi, desarrollaron y llevaron estas ideas a la práctica política.

Todos estos teóricos, desde distintas disciplinas, ciencias políticas, antropología física, geología, arqueología, apoyándose todos ellos en la biología, argumentaron a favor de la concepción de razas diferentes, afirmando a la aria, anglosajona, europea, como superior morfológica, cultural, intelectual y moralmente. Las razas inferiores estaban determinadas por sus características físicas, (se midieron y comprobaron "científicamente" las diferencias antropométricas, en especial la de los cráneos, el color de la piel, la altura, el ancho de las caderas, etc.) y ellas daban cuenta de su carácter y moral. Tales serían haraganes, tales taimados, tales otros casi idiotas. Se construyó así la teoría agenésica ( pureza e impureza de la raza), bandera del racismo, razón del genocidio, fundamento de los destinos manifiestos.

¿Sería ahora simple casualidad si especuláramos con la próxima aparición de una teoría similar, rémora de aquel pasado, que catalogara a los futuros sobrevivientes de este mundo en un nivel de sub-raza humana?

Avalados por la inefable biología, potenciada hoy por el develamiento del genoma, la neurociencia, la biotecnología y el aparato jurídico correspondiente, los próximos malthusionistas podrán comprobar entre nuestros pueblos herederos del hambre, índices diferenciales que no son difíciles de prever: menor talla, menor peso, menor coeficiente intelectual, menor habilidad para las destrezas finas, etc, etc., y propondrán obrar en consecuencia.

Así llegamos al fin de este breve y terrible panorama. Ahora podemos ver cómo todas las técnicas en juego se complementan. Detrás de un plan alimentario basado en la soja transgénica, en la preventiva dosis diaria de un analgésico o tras la edulcorada novela televisiva lo que está planteado es el rediseño de este mundo, de nuestra sociedad, de su cuerpo y su cultura.

Frente a esto no cabe sólo la denuncia. Más allá de la propia condición todos somos víctimas, hambrientos, marginados, pobres, explotados, consumidores, víctimas de un mundo pensado y diseñado por pocos para pocos, en el cual debemos dar batalla por nuestra propia supervivencia y la de nuestros hijos.

La confrontación ideológica-política es fundamental. Pero en esta instancia a la reflexión más profunda, al análisis más preciso, al compromiso absoluto con todas las formas de organización y lucha; asumiendo su variedad como riqueza y sus múltiples contenidos como ideario pluralista y posible, a todo esto, hay que agregarle una cuota de desesperación.

La urgencia es tal que la demora en sumarse a la lucha no puede ser entendida sino como un suicidio. No se trata sólo de tenerle miedo a la muerte, sino de coraje para vivir.

Jorge Winter

11-2003

1- Malthus (1744-1829) "Ensayo sobre el principio de población", 1798.

2- Irak ya había sido contaminado con radioactividad durante la primera guerra del golfo y luego durante los permanentes bombardeos previos a la ocupación.

3- Las grandes empresas de servicios privatizadas son las principales recaudadoras, en ese sentido se convierten en la principal fuente de recursos del estado que termina cautivo de sus rendiciones. El negocio financiero que realizan con esos fondos es al mismo tiempo una sangría para los presupuestos nacionales y alimentan en una buena parte la masa total del capital especulativo.

4- En la India, una mujer ha levantado su voz, Vandana Shiwa es una especialista en genética que merece ser escuchada por todos.

5- Extractos de la nota publicada en "Le Monde Diplomatique" en febrero del 2003, firmada por Benjamin Backwell y Pablo Stefanoni.