El Abordaje Antropológico a Renato Estigarribia

Este escrito fue fruto del Seminario de Metodología de Investigación, dictado por la Profesora Beatriz Kalinsky y publicado en los Cuadernos de Epistemología de la UBA.



Prólogo

Desde que descubrí el sol en su puerta de Tihuanaku, hace ya casi 30 años, recorrí culturas y hombres. Me comprometí con el futuro que se anunciaba justo y humano. El hombre merece aún ese futuro. Por esa preocupación, buscando claves, me acerqué a un seminario de antropología. El estudio del hombre, sus culturas, sus códigos comunes, me aportaría a mi búsqueda interior e incluso contaría con elementos que podría aplicar a diario en mi actividad relacionada con un gran número de diferentes.


Fue así que comencé este trabajo, siguiendo las pautas orientativas que se plantearon. Gracias a la libertad que brindó la cátedra y al compañerismo que se puso de manifiesto desde el primer día, me permití despuntar el vicio literario y darle una forma poco convencional a lo que debía ser un trabajo de investigación. Este texto sólo pretendió expresar mis dudas, exponer mis puntos de vista personales y compartir una búsqueda en común. Fue hecho con honestidad, un valor relativo, pero que inspira a la benevolencia. Espero contribuir, en alguna medida, a lograr una visión humana de nosotros mismos, los humanos.

El abordaje antropológico a Renato Estigarribia


Perdón. Perdonen que les pidan atención pero aquí está parado frente a uds. este espécimen humano que hemos encontrado de casualidad merodeando por los pasillos. Tirando a petizo, 1,52 mts, caja toráxica ancha, no menos de 1,30 mts, paticorto, el cuarto posterior prominente y las extremidades superiores algo desproporcionadas, lo que nos indica que proviene sin duda de un homínido recolector y transhumante, pero miren esa frente angosta y trapezoidal, habla por si sola, y ese cráneo pequeño y aplastado por detrás, muchachos, ya lo hemos visto antes. Los pelos pinchos cubriendo toda la extensión de esa cara chata y de nariz aplastada. No tenemos más dudas, origen mongólico, asiático, traído a estas tierras por las migraciones del pacífico y asentado en la zona andina conformando una etnia particular que hoy conocemos como ki-chuá. Lastima que este vestido y no podamos averiguar mas datos de su constitución antropomórfica, pero seguramente podemos imaginarlo, Bah!, no vale la pena...

Entra Teresina, tímidamente se mueve entre los bancos y pasa al lado del sujeto al que roza involuntariamente, se disculpa. No es nada, pase, dice el personaje. ¿Sos nuevo en el curso?, pregunta en medio de los murmullos que se levantan y no dejan escuchar la respuesta. Oh!, Ha, habla. Eso lo cambia todo. No lo puedo creer, ¡Milagro, milagro! Ante la confusión general toma la palabra el uruguayo.


-Decime vo, hablás español?


-Yo sí, ¿Y Usted?


-Tu no preguntes, que acá las preguntas las hago yo, respondeme nomás ¿qué es la perspectiva antropológica?


-No sé.


-Ajá, entonces dime ¿tus creencias ontológicas son materialistas o idealistas?


-No sé.


-Bueno, bueno, ya nos vamos dando una idea. Dime tu ¿eres, o mejor, digamos, tu te sientes un coetáneo mío?


-No sé.


-Bien, ya casi está. Dos preguntas más y sabremos lo que eres. ¿Tu sos capaz de encender fuego sin un encendedor?


-Si.


-¿Comés pescado crudo?


-Si.


-Compañeros, ustedes estarán de acuerdo sin duda conmigo, estamos en presencia de un salvaje.


Exclamaciones, discusiones, no, gritos que se mezclan con el batifondo de la clase de al lado y algunos que se paran a mirar al sujeto de más cerca, si, no, exclamaciones discusiones, parece que el juicio no es unánime.

Nuestra compañera más critica entona un do de pecho que deja a todos boquiabiertos, aprovecha el efecto y dispara:


-Sos o no sos un salvaje?


-No, no creo.


-Porque decís que no crees?


-Y, tengo mi familia...


-Aha! Que interesante y como está constituida?


-Mi mujer, mis hijos, mi nieta...


-Porqué decís «mi mujer, mis hijos, mi nieta» y no: una esposa, tantos hijos y una nieta?


-No sé, que se yo, porque son míos.


-No te parece que esa es una forma de sometimiento, seguro que tu mujer cuida la casa y no la dejas ir a ningún lado, le pegás a los chicos y no te importa nada de ellos cuando andás por ahí de farra, seguro que sos un machista, un posesivo y lo único que vas a lograr es que tu nieta se vaya con el primero que encuentre porque le va a faltar la contención familiar dentro de un marco de autoestima y valoración, seguro que es a la disgregación y al abandono, a la falta de modelo superador a la que nos quiere condenar la sociedad machista a la que usted defiende, no le parece.


El sujeto bajó la cabeza, se miró las manos y quedó ensimismado. El golpe había sido duro.

Mariatnna, la del dulce nombre finés, rompe el silencio con mesura y decide continuar la exploración:


-Dime jovencito ¿Cuál es tu nombre?


-Renato Estigarribia, señora.


-Que curioso, mezcla de italiano y vasco.


-No señora, de Salta.


-Pero también por ahí llegaron italianos, Renato es una derivación de Romulo y Remo, dos nombres importantes en la formación del latín.


-Pero yo no soy italiano, señora, soy argentino.


-Claro, claro, pero en la formación de este país intervinieron gentes de muy diferentes partes del mundo y si te han llamado Renato debe ser por alguna influencia italiana en tu familia, que por otro lado debe tener una raíz vasca ya que tu apellido es típicamente de esa parte de España.


-Que yo sepa en mi pueblo no había ningún italiano, españoles puede ser pero no en mi familia.


-Y porque te llamás Renato?


-Porque nací el ocho de septiembre el día del Santo.


-Y porque te llamás Estigarribia?


-Me contó mi aguelo que fue el patrón cuando le hizo la libreta para que lo vote que le puso así.


-Ves, esto me demuestra que las influencias italianas y españolas se hicieron sentir de mil maneras diferentes en la formación de la identidad cultural de este país, que aunque ocultas aún para los mismos habitantes se encuentran imbricadas de tal manera que donde escarbes un poquito las descubres, qué feliz coincidencia!

Por primera vez todos asintieron y hasta se amagaron unos sinceros aplausos.

Renato se ilusionó con despedirse, pero no, como se va a ir, si recién nos estamos conociendo, quédese una ratito más, siéntese, por favor, póngase cómodo, cuente, cuente...

Graciela le pregunta, -¿cómo era donde nació?


-Y lindo, los montes, el rancho, un corral, muchas ovejas y algunos perros.


Con mis hermanos íbamos a la escuela de a tres en un burro y jugaba a la pelota todo el día, a la vuelta juntábamos algo para comer y así pasábamos, nomás.


-¿Y extraña?


-Y sí, la niñez siempre se extraña...


-No, digo el rancho...


-Ha. No, no sé si todavía existe...


-Usted cree que estará todo igual que como lo dejó?


-Y no, cuando el hombre se va las cosas se mueren y se vuelven tierra, igual que cuando muere uno.

Chicos, me alucino una cosmovisión diferente, aquí Renato nos habla de la tierra que la identifica como la fuente del origen, parece que incluso el tiempo está en relación con ella, será que nosotros no llegamos a entender o que los códigos de vida con los que se maneja se someten a una irrealidad que nos parece ajena porque no encaja con la realidad que nosotros manejamos internamente y así nos en-ajena o dicho de otra forma nos deja afuera, nos despoja, en fin, qué se yo...


Perdona que interrumpa tus divagaciones pero este caso acredita
un relevamiento un poco más preciso. La voz clara y segura enmarcada por una mata de lindos rulos que se desparramaban sobre el trajecito sastre captó a medias la atención de la audiencia que comenzaba a elaborar sus propios diálogos.


- Por favor Renato, me diría con exactitud cuando y dónde nació.


- Sí señorita, el 8 de septiembre de 1962 en la ciudad de Salta.


- Bien, tu documento y profesión.


- DNI 17.153.468 y soy del gremio de la alimentación aunque ahora estoy desocupado.


- ¿Cobrás seguro?


- Si, soy de los pocos, porque estaba en una planta nacional...


- ¿Y dependés del UCAVI o de la COfares?


- Del UCAVI.


- ¿Siempre por planilla?


- Si.


- ¿Y recibís los extras por la reglamentación 12?


- Los estoy esperando.


- Gracias Renato.


Señores, no hace falta continuar para que ustedes se den cuenta que este individuo se integra perfectamente a la estadística y cualquier otra connotación que quieran poner de manifiesto no pasa de las anécdotas...

En realidad eran pocos los que a esta altura atendían este último diagnóstico, parecía que el tema había perdido todo interés y las conversaciones entre los diferentes grupos habían pasado a cuestiones de otro orden...


Me acerqué a Renato y le dije por lo bajo:


- Flaco, aprovechá a rajarte ahora que parece que están en otra.


Me miró en una ráfaga y salimos juntos, pareció que nadie se daba cuenta de nuestros movimientos.


- Que apretada me pegaron, che, están medio del tomate. Se frotaba las manos como con frío y soplaba con alivio de haber zafado de la situación.


- Flaco - me dijo - invitame un cigarrillo que me dejaron un poco nervioso...


- Sí, tomá. Tengo rubios... Y vos que hacías por acá?


- Nada, como siempre, me doy una vuelta a ver si gano algo...


- Ha, ..


- ¿Tenés dos mangos para el viaje?, me parece que me borro por un tiempo.


Le di la guita, se fue silbando bajito, con cara de contento. Para él no había estado mal, zafó y ganó.

Entré a la clase y quise contar mi diálogo pero todo era una confusión general de voces superpuestas, hasta que la Pillán golpeó el escritorio con sus palmas, me miró fijo y por sobre el murmullo pronunció claramente:


- A ver Winter si se deja de boludeces y nos expone claramente el tema de su trabajo.


Creo, no podría asegurarlo, que vi una chispa en los ojos de la profe.



Planteamiento

Toda búsqueda, presupone un resultado.


Colón buscaba las indias, especies, el oro.


Encontró hombres diferentes, otras cosas,


nada que no pudiera ser reducido en última instancia a lo mismo,


las indias, las especies, el oro.

Una sombra con vida propia, un río de arena azul,


frente a lo realmente nuevo, inédito, sólo cabe la sorpresa


o la identificación por semejanza con lo conocido.


La perspectiva antropológica podrá estar compuesta por las posiciones político ideológicas, las diferentes practicas metodológicas, los presupuestos etnológicos y las investigaciones etnográficas pero creo
que en definitiva depende en última instancia de los valores humanos del antropólogo, el verá en los demás el modelo de hombre que en sí mismo encarna.

Por supuesto, categorías habrá por demás, Don Pontificio de la Cruz será la antípoda del Comandante Marcos de la Serna y sus ciencias y oficios estarán puestos al servicio de dos mundos en pugna, pero antes de abrir juicios quisiera conocerlos, podría estar frente a dos santos o a dos ególatras irreverentes.

En fin, la cuestión:

¿La perspectiva antropológica se refiere a las diferentes ópticas científicas de análisis de una cuestión determinada o a la visual particular del investigador y sus motivaciones personales que lo llevan a desarrollar su investigación?

¿En qué medida los resultados de un trabajo son independientes de los métodos en que se basó su realización y de las expectativas particulares del investigador?

El hombre muestra lo que quiere ver, pero su mirada nos dice qué es lo que estaba mirando, más allá de lo que él cree que ve. En fin que uno deduce, entiende, lee entrelíneas, infiere, bah, que somos inteligentes analistas universitarios, vió?


Entonces también es cierto que habrá un señor describiendo un atardecer virulentamente rojo, porque el ve rojo y le interesa que sea rojo. Y que otro señor desde otro ángulo esté anunciando la noche, porque a esa hora es bien cierto que se viene la noche, y ve todo negro...


Ahora, nosotros sabemos que lo de ellos son opiniones, y que todos los atardeceres tienen los colores propios de la conjunción de tierra, aire y humedad, y que las noches serán claras u obscuras según el ritmo lunar, etc. Así que digan lo que digan, científicamente, atardece. Puede pasar que nos guste el verde, el amarillo, el naranja, nada más fácil, como no han nombrando a ninguno de esos colores quiere decir que ahí están todos. Y entonces escriba quien escriba lo que quiera escribir, el que lea leerá lo que quiera leer. No sé si me explico.


La coincidencia con la realidad debe ser una de las mayores casualidades posibles.

Qué me preocupa entonces?


Que hay miradas y voces: voces que devuelven la confianza en el hombre, niños de ojos enormes como sus vientres que piden explicaciones, manos anestesiadas, de pura piel y tendones, que se extienden, suplicantes y las otras que aún fuertes vapulean los barrotes y se funden en una piedra y un grito. Alertas que estremecen la conciencia. Esas miradas no encierran dudas eruditas, denuncian el hambre, la injusticia, odian y aman cabalmente. Esas voces seguras exigen actos concretos.


Validación

La perspectiva antropológica es igual a la valoración ética del fusil, a la viabilidad de las ciencias, al respeto por los derechos humanos, al vaso medio vacío, a Maradona.


Depende.

Es un hacer social.


Humana naturaleza, la sociedad. Qué hacer?.


Creo que sólo tratar de entender, un poco mejor,


y ayudar en lo que se pueda.


Antes de empezar y al terminar:

pedir perdón.

-Winter, dije con claridad...


-Tiene razón teacher, perdón por el exceso literario,


vuelvo a los libros.

.......................................................................


Renato Estigarribia se sentó en un umbral semiempenumbras, amparándose en el humo de un cigarro de la soledad trasnochada y envenenada de autos que, como ráfagas, pasaban por la avenida.


Pensar le producía un olvidado dolor, se oprimía las piernas y amuraba su espalda decidido a vencer el miedo.


«Me trataron como a un bicho. ¿Es que no soy nadie para nadie? Para que mentí oficio, si no tengo, para que mentí familia si hace tanto que no los veo? Me habrán creído? Para que confié en el bigotudo, no me habrá batido la cana y a esta hora me estarán buscando? Y si me encuentran?. Será que no podré ir más por allá, será que no la podré ver más?. Y si dejo de verla, cuando la vuelva a ver, me volverá a mirar, volverá a fijarse en mi, volverá a hablarme?. Dios mío, qué voy a hacer?.»


En primavera, las madrugadas aún son tan frías como en invierno.

La realidad y el ser de un supuesto antropológico

Tenemos a un hombre, una situación, una historia: la imaginaria y la verídica, ambas en el mismo tiempo. Tenemos un tiempo y un lugar. Tenemos ideas que nos permiten pensar en esas cosas que tenemos. Tenemos otras clases de ideas que nos permiten sentir esas cosas que pensamos que tenemos. Somos. Todo lo que es, es real. Por eso la realidad y el ser son indisolubles. La nada también es en cuanto negación del ser. Naturaleza, vida, materia: la totalidad de cuanto existe es la realidad.

Renato roba de arrebato en los pasillos de la facultad. Está enamorado sin razones de una muchacha estudiante y no lo sabe. Su pasado le pauta sentimientos y culpas. En un mal día lo exponen en un aula como curiosidad viviente. Un escribiente lo hace personaje y quienes lo leen se interesan en su futuro. El sufre de frío y amor. Está en la calle y en el papel. Es teoría y acción. Vive.

La maravilla de la cosmovisión humana es organizar el sentido de la materia, real o imaginaria.

Las interpretaciones parciales de la realidad conforman un todo caótico pero a la vez reducible a lo elemental, nuestra esencia humana.


Ontología, cosmogonía. De donde venimos y adonde vamos. Ser o no ser. Ideas o cosas. Son sólo nuestros miedos e ignorancias los que nos llevan a afirmar el absoluto.


Un remolino estridente sobre un desierto.


Pequeños granos de arena capaces de crear a Dios.


Ilusionismo fatal que nos lleva a escindirnos de la vida y a los tumbos, sin piedad, malalcanzar la muerte.


Minúscula vorágine de individuos, en sociedades soberbias o sensatas, inventando la historia, convirtiendo en osarios sus dominios, lanzados adelante, con sed, con hambre, jamás ahítos.


Entre las arenas brotan algunas flores.


Nuestra humana realidad en algunos casos se encamina al encuentro del ser y es allí cuando parece que lo humano se reconcilia con la naturaleza y la felicidad se anuncia posible.


Renato se estruja las manos, siente que están doloridas como cuando picaba piedras en Tilcara, cuando buscó en la mina una salida y de donde huyó, dejando su vida atrás, hasta llegar a esta madrugada, con el mismo dolor y las mismas ganas de continuar corriendo.


«Así no puedo seguir. En una de esas el bigotudo se calló la boca y todo está igual. Ma sí, yo me juego y mañana voy de vuelta a la facultad.»

A las dos de la tarde comenzaban las elecciones para el centro de estudiantes, el hall de la facultad era un avispero de recelos y entusiasmos, el edificio parecía de papel, carteles por paredes, banderas por techos, volantes por pisos. «La marea crece», «cuidado con la marea», un salvavidas con una «A» de cinta azul y blanca, eran los símbolos que sintetizaban las dos corrientes mayoritarias. Simbología que se va aclarando en la medida que me agregan contenidos a borbotones. La intuición de quien será elegido a partir de haber sido su símbolo el asumido por los demás; la sorpresa de encontrarme en los padrones, después de tantos años... Un microclima con parte de «dejá vu» y complicidad latente.


En ese estado estaba cuando una mano firme se apoyó en mi hombro.


- A vos te andaba buscando, bigote.- Fue sorpresa y al mismo tiempo me lo esperaba. Renato Estigarribia estaba plantado frente a mi sosteniéndome la mirada.


- ¿Hablaste, les dijiste lo que hago?


- No... Por ahora- Le contesté sospechando su temor.


- Y no lo hagas.- Me dijo. -No me vayas a denunciar, yo robo acá porque no sé afanar, y porque estoy desesperado.- Agregó.


Permanecí callado, no lograba convencerme.


- Acá la gente es buena y no se pone loca después, además me dijeron que aquí no puede entrar la yuta, así que estoy seguro. También elijo a quien voltear, vienen algunos bienuditos que tienen bastante mosca en la cartera, no jodo a cualquiera, vos podés quedarte tranquilo, entendés.-


Me estaba llevando a su terreno, pero los preceptos morales pesaban en mi conciencia. -Flaco lo que hacés está mal, - Le contesté. -No me puedo hacer el sota, sería cómplice tuyo, y estaría cagando a mis propios compañeros, entendés.-


-Si, bigote, pero fijáte como es mi caso. Estoy en una casa ocupada, me vendieron una piecita en 500 mangos y los tengo que juntar porque sino me caigo del todo, por lo menos una pieza necesito... No me cages, por favor...


-Mirá Renato, ahora no te puedo contestar, dejámelo pensar. Haga lo que haga te aviso antes, decime dónde encontrarte.

Confusión ética y moral

Nos tutelan los preceptos, las tablas de Moisés, la Torá, el Corán, sacralidad de las conductas sociales, convenidas en leyes que nos exigen esclavitud a su sistema de penas y castigos.


Tomás Borge, brazo y conciencia de la irredenta revolución nicaragüense, enfrentó en la celda a quien había sido victimario de su pueblo y así le dijo: « Tu pena será la cárcel y tu castigo que eduquemos a tus hijos. » Las leyes se apoyan en la moral de un pueblo y el bien común se reclama como fin último.


Quienes aspiran a descubrir los mecanismos que mueven a los hombres y sus sociedades enfrentan los límites morales propios y ajenos desde una relativa neutralidad. ¿Pueden llegar a descifrar sin pasión el pacto de sangre entre jóvenes y brillantes oficiales, orgullosos de sus tradiciones patrióticas y devotos soldados de Cristo, materializado en la ejecución sumaria de un prisionero político; o en la ofrenda simultánea de la vida de unos durmientes meninos da rua, acribillados sin aviso en las escalinatas de una catedral? ¿Es que su calidad de observadores los puede hacer inmunes? ¿Es la ciencia suficiente coartada? ¿De qué material está hecho el corazón de un neutral, y hasta qué punto la neutralidad es posible, si es que es posible la neutralidad?


Cuando el desembarco del Granma fue recibido con una lluvia de metralla que diezmó al contingente de cuerpos mas no de ideales, el que oficiaba de médico entonces debió optar entre sus enseres de curar o un fusil con que defender la vida, su respuesta la cobija una urna honrada en Santa Clara.


Gabriel Celaya, una de las voces que la poesía tuvo para expresarse, maldijo a los que se desentienden y evaden:


«Hago mías las faltas. Siento en mi a cuantos sufren


y canto respirando.


Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas


personales, me ensancho.»


Para él había que tomar «partido hasta mancharse».


Tal vez los cientistas sociales no deban enfrentar tamaños desafíos, sus preocupaciones son de un tono más personal. Se preocupan por su propia injerencia en el hecho social y las consecuencias que su quehacer pudiera producir. Los desvelan el conocimiento que generan y su repercusión, en mérito a sus carreras y en función de modificar realidades que juzgan de determinada manera.


Un antropólogo no es un guerrillero, no es un fotógrafo, no es un químico orgánico, es un especialista en el arte de interpretar los actos de los hombres y explicarlos. Por eso es incuestionablemente humano. Como tal no podrá dejar de involucrar sus sentimientos y definir una perspectiva. Podrá optar entre toda la gama de alternativas posibles, de su elección depende junto a que clase de hombres y en que tipo de sociedad y de mundo prefiere vivir y soñarse.


Su oficio le impone comprensión de la variedad y particularidades de todos los hombres, que respete las diferencias culturales y conozca los bienes y condenas de la sociedad en que se inserta, que logre el apartamiento necesario para evitar prejuicios e injerencias, que descubra y devele. Lo que la ciencia no podrá definir jamás es que el antropólogo sea fascista, conservador, liberal, progresista o revolucionario.


Para mis preferencias debería encarnar un espíritu universal, más que poeta, lo quisiera sabio, seguro, firme en sus convicciones, las cuentas claras con las deudas morales, el haber crecido con los principios éticos. Buscador incansable de las claves que nos permitan continuar el camino del perfeccionamiento humano. Lo quisiera rastreador de huellas, delfín y golondrina. Serpiente emplumada y dragón. Un vigía capaz de decir un día ¡Hombre a la vista!


Así lo espero, aunque no confiaría ciegamente en que lo logre.


Subí apurado las escaleras , se me había hecho la hora del seminario, igualmente me detuve en publicaciones del centro de estudiantes y compre el cuadernillo: «El antropólogo inocente», de Barley; me habían recomendado su lectura. Llegué al aula agitado, la clase ya había comenzado:

- Al símbolo el sujeto le da significado.- argumentaban. - El individuo o la sociedad elije entre lo que conoce para optar por el símbolo.


- A mi me interesaría trabajar sobre la historización del vinculo. Dijo ella y él propuso hacer la diferencia entre lo simbólico y la lengua.


Tomé nota en mi cuaderno: Símbolo - ícono (analogía) - índice.


- ¿Cómo dijiste?, interrumpí.


- Índice- Repitió.


- ¿Y?


- La marca, la huella, como en una foto.- Me explicó.


- Polisémico, dijo alguien. ¿Cómo?, pregunté.


- Que tiene varios sentidos..- Me respondieron.


Antropología simbólica. Escribí como título y desde allí uní con flechas:


Hermenéutica = símbolo, significados.


Estructuralista = elementos combinados.

Semiótica = signos.


¿Cognotivistas? = psicologista.


Sociologismo estético.

¿Pero qué es todo esto? Estaba confuso, no lograba entender. En mi interior vivía un conflicto de sentimientos que me dispersaba. En este momento, escribiendo en mi computadora, trato de descifrar los apuntes que tomé ese día y no logro recomponer el significado de las palabras. Me doy cuenta que en esa clase rozaba a la ciencia. Que mis compañeros se entendían, dominaban un lenguaje, lo que es casi dominar la ciencia. Que desde mi virtual ignorancia intervenía apelando a la intuición, al sentido común, a la gracia fácil de combinar palabras bien sonantes, pero que en realidad era un intruso en un lugar que no me correspondía, y me siento un enano bufón divirtiendo a la audiencia complaciente.


¿Es que alcanza con sentir, aunque sea desde el alma, si no se profundiza en el saber, si no se domina realmente la ciencia.?


¿No seré un farsante que se cree capaz de jugar un papel inefable y solo moveré a la risa, la compasión y la pena de quienes verdaderamente saben lo que están haciendo.?


¿Y en el afán de justificarme escribiendo este relato -porque escribir me apasiona-, no estaré aportando más confusión que certezas?

Ahora que ya pasaron tantas cosas, recordar ese día me vuelve a sumergir en una nube de humo. Lo que sucedió entonces y después fue revelador, por eso me atrevo a continuar.

.......................................................................

Al terminar la clase me acerqué a la profe y la invité a un café.


- Tengo que hacerte una entrevista.- Le dije.


- A mi?- preguntó - en serio me lo decís?


- Y, sí. Yo estoy investigando lo que es un antropólogo y vos sos la única que conozco.


La carcajada franca la volvió adolescente.


Cruzamos al bar Pigmalión, enfrente de la facultad. Sentado en un banco sobre la vereda estaba Renato con la cabeza hundida entre las manos. Le franqueé la puerta a Machi colocándome de tal manera que ella no pudiera verlo. Adentro casi todas las mesas estaban ocupadas, las conversaciones se entremezclaban en un murmullo general, animado, dinámico, contagioso. Nos sentamos contra la pared, espejo, madera, plantitas colgantes, un café y una lágrima.


Comenzamos la entrevista. Muy formal, grabador por medio, la linealidad de su carrera, su itinerario, se fueron confundiendo con el rumor del lugar. Hice un esfuerzo por no fumar.


Un antropólogo de carne y hueso


Hablar de ella la sofocaba, entre ahogos pasaron desaparecidos, miedos y exilios.


- ¿Porqué elegiste ser antropóloga? Le pregunté.


- Creo que como todos: conflictos personales que uno trata de resolver mediante conocimientos académicos. Aunque los interrogantes siempre siguen estando-. Me respondió.


Su mirada retrospectiva era evasiva, pasaron 15 años de docencia en un segundo y cuando su voz se fue haciendo un hilo delgado volvimos al presente.


- ¿Cual sería la especificidad del antropólogo? La pregunta le devolvió la seguridad de su saber.


- Bueno, el modo de plantearse las preguntas, de desarrollarse en el campo y los vínculos que se establecen- Podía explayarse y lo hizo. -Yo realizo lo que se llaman entrevistas en profundidad, teniendo en cuenta el contexto, buscando un conocimiento coparticipado.

- ¿Es una de las maneras de hacer antropología, Machi?


- Claro, hay varios modelos, cada uno se pone la ropa que mejor le queda. Está el antropólogo heroico, el dedicado a temas tradicionales, el neutral, lo que llamamos realismo etnográfico, que sería entrar, mirar, fotografiar, escribir y salir. Y cuando se sale ya está, se acabó. Todo lo contrario a lo que se llamó «investigación - acción», allá por los '60, antes de los sucesivos golpes militares, cuando el modelo era el de antropólogo militante que se consideraba vocero de los excluidos. Yo creo que se equivocaron. La disciplina científica necesita de la teoría y ellos la subestimaron. Ahora, yo soy partidaria de lo que se conoce como know is for use, «conocimiento para ser usado», es decir, crear un conocimiento que sirva para algo. Recogés los datos, escribís y volvés a discutir tus ideas con quienes, se supone, las elaboraste.

De la facultad entraban y salían más estudiantes que de costumbre, eludiendo los carteles y las pancartas, Irina se abrió paso cruzando los brazos sobre sus carpetas y apuntes. El barullo no la malhumoró, por el contrario parecía disfrutar la situación y su cara rubia y pecosa no perdió la sonrisa. Renato la vió de inmediato, se levantó del banco de un salto y quedó rígido como en un alerta de caza. Sus ojos se afilaron aún más y los músculos de la cara se le contrayeron. Cruzó corriendo y se puso a su par, tímidamente, pero con voz clara y como subrayando las palabras y las eses, le dijo:


- Hola, soy Renato, ¿ te acordás de mi? Hace mucho te estoy viendo y pienso siempre en hablarte.


Ella le respondió con dulzura:


- Sí, yo te ví en la clase y quería decirte que lamento lo que pasó y, no sé como pedírtelo, pero perdonálos...


Sus ojos se volvieron aguamarinas y apoyó su mano sobre el antebrazo de él en señal de despedida.


Renato no supo reaccionar, sintió que algo importante había sucedido en su interior pero no podía describirlo. La vió alejarse y continuó soñándola como lo venía haciendo pero ahora tenía su voz, su olor y su mirada.

-¿Y en que estás trabajando, Machi?- pregunté.


- Ahora con presos, antes con locos. Mi tema desde hace cuatro años es cómo adaptar la ejecución de las penas privativas de libertad a las condiciones socioculturales. Vos sabés que las cárceles no sirven para nada, incluso hay todo un proceso de criminalización para quienes caen en las «garras» de la justicia, con comillas, aunque a veces se le vayan las comillas. Y esto es más así en el caso de mis presos, que son de Neuquén, indígenas, gente de campo, chilenos inmigrantes y que han cometido un crimen-.


Aquí la charla comenzó a ser diálogo, ambos sabíamos de que estábamos hablando.


- Yo creo estar más cerca de incumplir el «no matarás» que de robar.- Machi se abría a su problemática diaria.


- Lo que busco es que ellos puedan darle un sentido a lo que han hecho, de manera tal que no acepten ser tratados como no personas, que mantengan su dignidad.


- «Humillación no es sumisión», decían las paredes de Sierra Chica «Jamás vencidos», agregué.


Ella se miró adentro y dejó libre su pensamiento:


- Siempre tengo que aclararme que no soy yo la que está presa. Así y todo hay gente que me considera fría, porque no huí despavorida cuando llegué por primera vez a una cárcel y me encontré con una pared ensangrentada con restos de sesos y pelos, los mismos presos habían matado a un buchón. O cuando a una presa que tengo la operaron sin anestesia y la encontré destruída en su celda. Tuve que mover cielo y tierra para que fuera al hospital y se recuperara. Hago de todo, ahora mismo soy vendedora de moscas de pesca que fabrica uno de mis presos y también comercializamos verduras, que cultiva otro. Estoy en contacto con las familias, les llevo cosas, un disco de Soda Stereo, que aunque parezca mínimo, en esas circunstancias puede ser fundamental... Intervengo en los juzgados, pretendo fundamentar un cambio enel sistema y para eso trato primero de que los jueces lo comprendan.

Comprometerse hasta los huesos, empeñar el corazón, vivir la vida del semejante más que la propia, o hacer de las otras la nuestra.


Anhelos puestos es un trabajo que se va convirtiendo en la vida misma, y el compromiso que se vuelve misión, y la heroicidad que se convierte en un error cuando la razón aporta su cuota de sensatez.


Se me remueven las piedras del pasado.


Veo una historia llena de desgarros y cicatrices mal cerradas.


Maldigo nuestro dolor que no cesa, que nos vuelve a hacer pacientes, dolientes testigos del dolor ajeno. Maldigo la lucidez de vernos yacentes entre los humillados y desprecio nuestra ciencia inepta para explicarnos el cómo y el porqué de tantos males.


Maldito momento de maldita angustia que me desdibuja el rostro. Veo cruzar mil vidas en la mesa del café, con rumbo audaz o cobarde, la mía a dado vuelta atrás, desanda sus pasos y se extravía . Es sólo cuestión de tiempo, llegará sin pena, segura, nada hay que pueda hacer sino maldecirla, feroz, por ser tan cruel, por no permitirme olvidarla cuando más lo necesito. Maldita que todo lo embebes con tu saliva y en todo lo nuevo ya te impones. Malditos mis ojos que no dejan de verte, que arrancármelos quisiera para volver a reir en tu ignorancia.

Pedimos dos cafés más, un vendedor insiste por su moneda, continuamos la charla.


- En esos momentos, me dice Machi, los conocimientos científicos adquiridos no importan para nada. Después sí, al elaborar los conceptos teóricos que ayuden a entender las cosas. A mi, al otro, a los juzgadores y a la opinión pública. De todas maneras no podés ir al campo en bolas, primero tenés que leer, estudiar lo más posible con qué te vas a encontrar.-

En su jadeo presiento que me está por contar algo importante.


- Hay que tener cuidado con lo se llama la interferencia antropológica, me dice y acelera el ritmo del relato. Es cuando te metés con tu propio discurso. Yo tengo una metida de pata fenomenal, tan grave que la he descripto en un «paper» sobre eso que titulé «Flor de pecado». En un estado de emoción violenta le dije al juez. «Disculpáme tus fueros, pero sos un hijo de puta», cuando me dí cuenta de las consecuencias estuve al borde del llanto.

Lo trágico se volvió cómico y largamos la carcajada, ya era hora que le planteara mi encuentro con Renato Estigarribia.


Me acodé sobre la mesa, y conspirativamente la puse al tanto de lo que sucedía.


- ¡Pero esto es grave!- Exclamó Machi. ¡Gravísimo! No podemos quedarnos de brazos cruzados, a ver, ¿Qué hacemos?.- Se planteó algunas alternativas pero las descartó de inmediato.- Lo primero es hablar directamente con él. Vamos, Jorge, vos sabés donde vive.-


Tres cuadras a paso firme, ella irradiaba resolución para enfrentar la situación y al mismo tiempo se la veía reconcentrada en sus pensamientos.


Llegamos, era una casa baja de fachada estrecha, colonial, la única ventana que daba al frente estaba tapiada con ladrillos recientes, empujamos la doble puerta de madera y una gata tricolor corrió por el largo pasillo hacia el interior, la seguimos. En semipenumbras avanzamos sorteando escombros humedecidos de orines. La estridencia de un huaino bailantero nos fue guiando hasta un patio embanderado de pañales y ropas descoloridas. A Machi la casa le recordaba los sitios más abyectos en los que le había tocado estar, el agua, los meos, papeles, basura, la llevaron a una posición profesional. Se tensó, eléctrica, al escuchar los llantos y los gritos. El dolor, el espanto y la música provenían de un mismo cuarto dividido con cartones. Entre retazos de colchones se apiñaban una decena de chiquilines. Una cholita adolescente, borracha de cerveza, harta de berrinches, desencajadas las manos y las piernas gruesas, golpeaba con un cinto de cuero los cuerpecitos hechos un almácigo. ¡Basta de llorar!, ¡Basta! ¡No griten más! ¡Ya me tienen podrida! ¡No me los banco más! Y pegaba, levantando en cada golpe una nueva ola de aullidos.


Machi reaccionó inmediatamente, intentó detenerla. Ví en los ojos de la chica una decisión de enfrentarla. -¡Quietos todos! -Grité. El instante quedó petrificado. Los ayes se ahogaron en la sorpresa. El ritmo del radiograbador pasó a primer plano.


En el marco de la puerta se recortó la figura maciza de Renato.


- Pues, qué es esto, Alba.- Dijo.- Deja en paz a los chicos, pues.- Agregó y dirigiéndose a nosotros nos nombró. -Bigote, ...señora.- Invitándonos a salir.


- Me llamo Jorge, podés decirme «negro», y explicanos qué pasa acá.


- Disculpen, Alba está un poco picada, - dijo - pero ella no es mala. Cuida a los chicos de todos mientras están fuera. Se pasa a veces, pero no hay quien cuide sinó, entienden.


Humildad, resignación, fatalismo, la pena seca de confrontar con un medio abrumador que violenta y trastoca las conductas naturales. Machi fue concreta, no quería dejar traslucir su conmoción.


- Estigarribia, yo vine a hablar con Usted, de la chica me ocuparé después. Quiero hacer un trato: nuestro silencio a cambio de que no vuelva a verlo por la Facultad.-


Renato aceptó en un murmullo. -Como usted diga, señora- y cuando comenzamos a desandar el pasillo lo escuché decir detrás mío: -Me cagaste, bigote...-


El empedrado de la calle estaba humedecido, un haz de neón lo hacía brillar metálicamente.


Machi se despidió.- Me voy a casa, Jorge, estoy hecha pelota. Tengo una amiga que está en minoridad, la voy a llamar a ver que se le ocurre.-


- Chau, ...cuidáte- le dije, cerrando la puerta del taxi al que se había subido. El aire estaba fresco y decidí caminar.

Dos mundos


Pegote de sabor amargo en mi boca, un cigarrillo mal quemado en tres pitadas. Ciudad indecente, hipócrita, que esconde perversiones y miserias. Mundos superpuestos como escalera mecánica que devora escalones unos sobre otros, como compactadora de vidas que forma la pasta base para la elaboración de su inhumana realidad.


No me refiero a lo marginal. Los clasificados de los diarios publican tres páginas de servicios sexuales, aproximadamente son 600 avisos por página: 1800 avisos, que involucran entre 4 y 10 personas: 12.000 visibles, a la que hay que sumarle otra cantidad igual o superior que no lee Clarín. Nuestro Buenos Aires alberga 25.000 hombres y mujeres dedicados a la prostitución. Pero esto no es lo interesante, sino que cada una de ellas atenderá medianamente a 4 clientes diarios (100.000), que no serán los mismos todos los días. Reduciendo la estadística digamos que roten cada 10 días, esto da como mínimo 1.000.000 de hipócritas porteños, con suficiente poder económico e invalidez moral, que son en definitiva los verdaderos sostenedores de este esquema.


No quiero entrar en otros detalles estadísticos: consumo, violencia pública y privada, desnutrición, salud mental, condiciones de trabajo, marginalidad, etc. Para que abundar en los detalles si lo que importa es darse cuenta en que recipiente se cocina la sopa.


Los antropólogos de formación académica tienden a centrar sus estudios en sociedades externas a la suyas y por un particular sentido de lo exótico, primitivas o diametralmente opuestas. De esa manera creen adentrarse en «lo nuevo», encontrar diferencias «notables» y «descubrir» aspectos culturales «desconocidos». En fin que se entienden como pertenecientes a una categoría excluyente de hombre y sociedad. Resulta por lo menos difícil encontrar alguno que se refiera a loshombres, incluyéndose en esa misma definición, como sujetos multiétnicos y pluriculturales, capaces del cielo o del infierno, amantes y asesinos, provocadores y poetas, como los papúas o los neoyorquinos, los coyas o los hamburgueses, los talibanes o los argentinos.


Para que ir tan lejos. Para conocer otros mundos basta con cruzar la calle, encontrarse realmente con el otro, y buscar su profundidad. Nuestra sociedad está llena de caras, idiomas, culturas, razones y locuras, solo hace falta estar dispuesto a encontrar lo que las medianías dominantes buscan ocultar haciendo tabla rasa, pregonando un ser nacional parecido al aviso publicitario de un shoping o al estereotipado hincha de fútbol que muestra la cocacola, con pañuelo anudado en la cabeza y cara de idiota feliz.


En fin, que aquí quiero decir que debe haber una antropología argentina tan rica y variada que le daría envidia a nuestro viejo amigo cornelius. Que no me parece una ciencia inútil. Que este mundo necesita, igual que nuestra casa, muchos buenos antropólogos que sean capaces de mirarse en el espejo e intentar explicarnos nuestra propia realidad.

Llegué cansado, me esperaba mi amiga Sandy con un ramo de jazmines para la ensalada. La naturaleza provee cerezas en almíbar y en estos días es luna llena.


Le conté el trabajo de una compañera del curso sobre la Carpa Blanca. Con qué respeto, humildad y conciencia había sido hecho, como en base a fotografías, y dichos de los mismos protagonistas había podido reflejar toda la riqueza de la situación. Sin involucrar su mirada le permitía a cualquiera, así no conociera lo que estaba sucediendo, comprender y vibrar al unísono con esos maestros que dictan clase de humanidad.

La noche volvió de su desvelo y encendió estrellas sobre la ciudad.


Machi cerró la carpeta, corrió las cortinas de la ventana de su departamento y se quedó mirando el cuadrado de cielo, se transportó a la inmensidad del sur por un instante. A esta hora su amiga de Flacso ya debía haber llegado a su casa. Discó el número.


- Te llamo por el caso de unos chicos,- le dijo después de los saludos-. Son demasiados en una pieza, diez o doce, más o menos, están siendo mortificados por una pobre chiquilina alcohólica y el cuadro parece que se irá deteriorando cada vez más, fijate que podés hacer.


-Qué barbaridad, Machi, no te mortifiques. -La voz amiga trató de serenarla- Hay un programa de ayuda en donde los puedo meter. Dáme todos los datos que los voy cargando en la compu y los mando por email al centro-.


El drama de la miseria fue transformándose en información, nombres, edades, sexos, dirección, espacio físico, diagnóstico, solicitud, evaluación, urgente. Las letras luminosas titilaban en la pantalla, el modem comenzó su ritual de diafónicos sonidos, el arrullo de bits ingresó en la línea y unas vidas pasaron al ciberespacio a disposición de quien quisiera valerse de ellas...

Sería bueno, Uruguayo, que termines pronto tu trabajo. Aquí me gustaría contar el impacto que producen las nuevas formas tecnológicas de comunicación e información en la sociedad y sus individuos, pero estoy seguro que tu podrías hacerlo mucho mejor; es así que te invito a participar de este relato e insertar en este lugar tus conclusiones. Por mi parte sólo quisiera agregar un párrafo que escribí hace un tiempo:

"Acerito, te puede llegar a partir al medio, es una maza. Lechera, la gorda, blanca, la tirás al montón y te llevás unas cuantas. Japonesa, chiquitita y con lo colore como el ojo de los japonese, dificil de agarrar, pero son las más baratas. Al hoyo, a fusilar."


¿Quién les habrá enseñado, cómo habrán hecho para saber el nombre y las reglas de las bolitas estos chicos de diez años?


Una historia que, sin remontarnos a la antigüedad, debe comenzar a mediados del siglo XIX, digamos hace unos ciento cincuenta años. Pensando en generaciones, calculando que a la bolita jugamos todos los chicos entre 5 y 10 años, son en promedio generaciones de 5 años, unas 30 generaciones, llevadas a la medida del hombre mayor una tradición cultural de 1500 años.


Los soportes de información son aleatorios a la cultura misma.


En las culturas iletradas se mantienen normas e historias por miles de años, en todo caso la letra y el símbolo podrán ayudar a pervertir la tradición oral, pero no la pueden impedir. No importa el papel, la imagen satelital, el mapa de bits, la voz y la memoria son más fuertes.


La comunicación verbal, social, humana y el trabajoso placer de recordar y pensar son parte de nuestro ser. Al inanimado Walt Disney o al insufrible Mauro Viale les recordaría una tradicional sentencia: los muertos que vos matáis gozan de buena salud.»

Así fue pasando la semana, cada cual en sus oficios y preocupaciones.


Alba cambiando pañales, sufriendo sus crisis de abstinencia, ahogando en cerveza su desamparo. Los chicos vendiendo estampitas. Los grandes ausentes.


Renato día tras día, sentado en el banco frente a la facultad, con la paciencia de un árbol y el fervor del sol, esperando verla pasar, pensando... «Qué profundos sus ojos, me hundo en su mirada y se me abuena el corazón. Sonrisa que me convierte en tigre, le florecen los dientes despertando alegría. Y qué buena es, me pidió perdón, a mi que soy menos que nada, perdón por algo que ella no hizo, por los demás, es una santa... Pero es mujer, me ardo pensándome en su adentro».


Hasta que una tarde la supo cerca, caminó a su lado, se rozaron sus manos, avanzaron a un mismo paso hasta llegar a la puerta, ella entró despreocupada. Renato cumplió con su palabra, Irina giró la cabeza, no comprendió porque él se detuvo. Le sonrió tímida y agitó su mano.


El mundo


El lunes amaneció frío con nubarrones pesados como plomo, al medio día el relámpago iluminó la ciudad haciendo más negra la jornada.


El trueno se confundió con la embestida de la tanqueta que derrumbó el portón de la casa. Entraron quince policías de fajina a la carrera. El grito: ¡Nadie se mueva, Federal! Subrayado por dos disparos secos. Luego fue todo confusión, gritos, llantos, golpes, la policía formó un cordón y fue gomeando a los ocupantes al celular, ¡Vamos, vagos de mierda, vamos mierdas. Vamos carajo!. Crónica TV encendió las cámaras en la vereda enfocando a los que subían, las luces enceguecieron a los uniformes, la cara de Renato desencajada quedó prisionera de la cámara, en directo se presentó ante millones de todo el país.


En Tilcara unos chicos comían su sopa frente al televisor, de pronto saltaron de sus bancos y gritaron: -¡Mamá, mamá, vení que acá está papá!-


Renato aprovechó el instante de la ranura de luz que se le abría y embistió al cerco. Corrió con todas sus fuerzas calle arriba, detrás de él los perseguidores.


- ¿Dónde, dónde?- preguntó la madre en el rancho.


- No, ya se fue, estuvo un minuto, pero ya se fue.- La tristeza y la angustia volvieron a unirse en la cara de los hermanitos. En ese momento comenzó a llover. Una catarata de agua cubrió las espaldas de Renato.


- ¡Jefatura, jefatura! Acá González, se nos escapó uno y llegaron de la tele. ¿Qué ordena?, jefe.-


- Vayan despacio, González, no quiero bardo. Llamo a Interior y lo instruyo. ¿Comprendido?


Los zapatos llenos de agua, zigzagueando de vereda a vereda, Renato corría por su vida.


- Si, ¿Qué hay?- preguntó el ministro manteniendo oprimida la tecla del conmutador.


- Por el desalojo ese, Señor, disculpe que lo moleste, pero parece que llegaron cámaras y un bolita se nos escapó. Salieron al aire algunos bastonazos.-


- ¡Será posible, carajo!-. Retumbó la voz en el despacho. -Para qué mierda nos hacen gastar millones y no hacen una bien! Agarren al que se les fué y yo veo que hacer.- La lluvia golpeaba sobre las ventanas como tratando de entrar.

Renato llega agotado a la facultad. En la puerta, Irina. Ella siente el peligro en el jadeo empapado de sudor y miedo, lo toma de un brazo.


-Vení- ¿ Qué te pasó, qué te pasó?. A los tirones, lo empuja a un rincón bajo la escalera.


-Tomá abrigate- le dice, envolviéndolo en su impermeable.


Se escucha una gritería destemplada. La policía en la puerta detenida por los estudiantes, ¡No, no pueden entrar! ¡No pasan! La voz de Vicki sobresale sobre las demás, es un piba pero tiene el plante y la seguridad de su convicción. ¡No pasan! ¡Vía!


- Estamos siguiendo a un prófugo, se metió acá.- Quieren explicar, mientras la lluvia repica sobre los cascos.


Los estudiantes se amontonan, forman una valla humana que cierra el paso.


Renato temblaba, Irina lo abraza, tranquilizándolo. Lo siente frágil y fuerte, amedrentado pero valiente, ignorante y sabio. La proximidad la retrotrae a experiencias pasadas. Comienza a contarle su historia con los hombres:

«Una vez me pasó que vi la luz de una ranura, puse la mano para taparla. La pared se derrumbó y pude trabajar conviviendo con otras gentes. Me enseñaron que los hombres son los hacedores de la vida, de la realidad y de la historia. Me enseñaron que los hombres se relacionan entre sí en su cotidianeidad y que por esta acción definen y redefinen una sociedad y su cultura.


Aquella vez me encontré hablando con un cura franciscano que me dijo «¿Y vos, porque venís a estudiar a mi gente?». «Porque la gente no es ni suya ni mía. No vengo a robarle una oveja de su rebaño» Contesté de mal modo. Sabés lo que pasó, Renato?. El cura y yo nos miramos largamente, hasta el dolor. Sentados frente a frente, mientras la lluvia acunaba el tenso momento, por la ventana pequeñísima un niño mitad tierrita húmeda, mitad cachete paspado, quebró con sus ojos la innecesaria estupidez. El cura y yo nos sentimos identificados. Dos boludos, tan inmensamente boludos que nos pusimos a llorar. Entonces ambos salimos por la ranura, (quizás esa ventanita) a hacer con compromiso y respeto lo que sabíamos hacer: la teoría a cuestas, el conocimiento próximo y la posibilidad de combinarlos.»


-No se porque te cuento esto Renato, concluyó Irina, pero siento que tenemos muchas cosas en común.


El estaba conmovido. Le dijo gracias y quedaron en un largo silencio. Luego, sus ojos se encontraron. Renato no pudo contener su corazón que le estallaba, en un suspiro ronco le pidió: - Dejáme que te bese, así sea lo último que haga en esta vida.-


Sus labios se acercaron, suave, tenuemente. Más que un beso fue una entrega del alma. En el corazón de Irina se confundieron los afectos de su familia, de sus hijos, de su historia de vida, compromisos y sueños, y dejó sus labios quietos recibir ese beso que iba a su encuentro. En el corazón de Renato se encendió la luz, llegó a su clímax, fue suave y comprendió que el amor tiene muchas formas, que ésta era la suya y se sintió dichoso. Irina dejaba caer sus lágrimas con una sonrisa tierna y humilde, en los ojos de Renato se encendieron estrellas, sonrió y se sintió seguro. Había llegado más alto que nunca, había logrado lo que más quería. Si la vida le daba otra oportunidad todo lo que quisiera, trabajo, reencuentro con los suyos, amor, respeto, todo podría conseguirlo ahora, había cambiado, él era otro. Irina sintió lo relativo de su vida sin problemas, redescubrió la genuina felicidad basada en los demás, se reflejó en él y se vió tierra, brotada de vida, encarnadura de lo bueno y hermoso.


Dos seres diferentes se habían transformado mutuamente en otros que a sí mismos se veían mejores.


El vocerío en la puerta era infernal, «¡fuera la yuta, fuera la yuta!», se había formado el coro (confirmando la tendencia contestataria del repertorio que supo registrar una compañera). El Rafa con su vieja barba marxista se divertía como chancho. Afuera seguía lloviendo sobre los policías.

Crónica Tv hacía su negocio.


- Violento desalojo en Capital Federal. Nuestro equipo de exteriores en el Congreso de la Nación con el diputado de la bancada oficial. Adelante, por favor. «Estos son los que nos quitan el trabajo a los argentinos, ocupan y destruyen nuestras propiedades. No pueden ser tratados de otra manera, que se vuelvan por donde vinieron. Acá no los queremos. Por eso hoy volveremos a presentar un proyecto de ley que regule la inmigración ilegal y nos ponga a salvo de esta invasión y este deterioro de la calidad de vida de todos los que trabajamos honradamente para hacer la patria». Gracias, gracias y ahora nos trasladamos a nuestra Alta Casa de Estudios donde aparentemente se están registrando novedades.-

«¡El que no salta es un botón, el que no salta es un botón!» retumbaba en el hall, mientras los del centro de estudiantes y las autoridades que estaban en ese momento llegaron a un acuerdo con el comisario que se cubría con un paraguas negro: ellos mismos recorrerían toda la facultad buscando algún extraño y lo entregarían.


Irina y Renato corrieron al aula donde estaban enfrascados en la lectura de un informe. Todos los miraron extrañados al verlos entrar tomados de la mano, pero sin dejar de prestar atención al tema. No habían pasado más que unos instantes cuando se abrió de golpe la puerta. Del grupo se adelantó un estudiante alto y lampiño. -Estamos buscando a un extraño-, dijo.


La profe iba a hablar pero la detuve con el gesto y la mirada.


Irina levantó sus ojos aún humedecidos y respondió por ella: - No, aquí somos todos compañeros-.

Machi sintió lo mágico del momento. No sabía lo que había sucedido, pero Renato Estigarribia estaba sentado en su aula como un alumno más y debía asumir el riesgo, ella confiaba en esas palpitaciones que estaban más allá de la lógica y la ciencia, sus ojos volvieron a iluminarse y con una sonrisa giocondina les pidió a los visitantes: -Por favor, cierren la puerta-.


***


Conclusiones

Cuando comencé este trabajo eran más las dudas que las certezas.


De acuerdo a la guía que se planteó realicé las preguntas pertinentes. A la primera, respondo que la perspectiva antropológica es la del individuo, más allá de su método. A la que inquiere sobre la validez de los resultados, arriesgo a que éstos podrán ser útiles en manos de quienes sepan utilizarlos. Y es a ese saber que debemos contribuir.

Participar de este grupo me ha enriquecido enormemente. Agradezco la paciencia y el respeto con que me han escuchado. Pido perdón por los errores que pude haber cometido y por la ignorancia en muchos temas.


Siguen en pie algunos viejos y nuevos interrogantes, pero ahora siento que comparto con ustedes la misma búsqueda.

Renato continuó estudiando, con mucho sacrificio y voluntad. Volvió con su familia y es maestro de sus hijos allá en Tilcara.




Buenos Aires, 29 de julio de 1998.