…mientras enrulo los fideos en
el tenedor, cena impecable, de san vicente con manteca, vino la candela, que
recomendó el corredor con argumentos policiales pero convincentes, en tantas
otras partes…, los que comen y los que no, estarán repitiendo rituales
semejantes al mío, pese a que sí, bien diferentes. la escuela de sarmiento además
de maestras norteamericanas nos legó la máxima de la igualdad. ¿todos somos
iguales? le pregunté a varios chicos y no tan chicos en una encuesta al pasar.
ellos pasaban por la peatonal, yo simplemente los paraba y preguntaba. que sí,
que sí, depende dijo uno. es claro, iguales ante la ley (y por ahí nomás dirán
ustedes), iguales en cuanto a que tenemos los mismos derechos -claro que
siempre algunos tienen más- pero en fin, hablamos simplemente de formalidades.
la verdad, le dije, es que somos todos diferentes. diferentes que nos merecemos
respeto, lo de la igualdad es para que marchemos como soldados, paso de ganso,
vista al frente, sin pasado. la igualdad es la diversidad, todos somos igual de
diferentes. hay un límite, no te creas, está en el respeto. limpiar de judíos alemania,
de negros misisipi o de villeros la ciudad de buenos aires es ir un poco más
allá de ese límite. pero no se arregla con más de lo mismo. lo mejor sería
educar. proponer una práctica. lo que se vive no se olvida. ¿el señor
discrimina, les repugnan los bolivianos? fácil, dos años de trabajo comunitario
en el altiplano. seguro se casa, tiene hijos y es feliz. después no querrá
volver a que le recuerden lo que era.pero estaba con mis fideos. cuanta dignidad en el ademán
del enrosque. cuánto sabor en la manteca, la sal que tamiza por fuera, el grano
fuerte que se muerde. comiendo de esta olla -para qué ensuciar un plato, si
después hay que lavarlo- a bocados generosos, de esos que llenan la boca y te
obligan a succionar el último fideo con sonoridades rimbombantes. y pensar en
los contrastes. que allá, de dónde vengo, los paisanos se entretienen raspando
los huesos del costillar con cuchillos más grandes que las rastras, que asoman
altaneros, dando envidia, por detrás de los ponchos, o los que en sus casas,
mal techadas, bien queridas, se reparten la papas y el caldo gordo ahí donde
reina la cuchara y el ají. y sólo esto, por decir poco. para que abundar en más
detalles, si vos sabés, igual que yo, que hay muchas formas de comer y mucho
que comer, cuando hay y se puede. porque en esta gran ciudad, llena de
restaurantes, de heladeras bien provistas, de caprichos exóticos, de recetas
interminables, todos comen diferente. y la dignidad del tacho, quería decir,
por eso este fraseo, se me hace superior a los cuatro tenedores. porque cuando
uno se lleva a la boca un alimento por el que ha tenido de luchar, trabajar,
parir, recolectar, pedir, tiene un gusto diferente. tiene la altura del hombre
que lo come. es diferente alimento que comida, no es lo mismo saborear que
degustar, sabores son sudores, gustos son simples ganas. que el gordo no
engorda, y el que come para seguir viviendo no piensa en engordar sino en su
fuerza, en sentir su sangre en movimiento, en darle gracias al pan por su
energía. así me veo, pues, fideos, como también arroz, como polenta, como los
verdes, como porotos, como maíz. así contrasto, los colores firmes, netos, de
cada plato, con el gris de los manteles, el metal de los cubiertos, las
extravagancias de las luces y el perfume. me duele confesarlo, falta el vino. con
lo que cuesta mamarse, decía el viejo moreau, orgulloso estoy de ser borracho. en
mi rancho no había ni un grano de azúcar, ni tarro que no estuviera vacío, así
que salí de madrugada, antes también, y cuando clareó ya tenía veinte nutrias
peladas. volví con la bolsa llena de mercadería, hasta vino de tres cuartos,
vieran la cara de mi vieja cuando dejé todo eso sobre la mesa. y yo te
confieso, muchacha, que ahora estoy frente a una botella vacía. pero que gracias a mi
estrella, exhibo con suficiencia un cinturón que no sabe de ojales nuevos, y si
siento flojo el pantalón asado, pan y vino, para que vuelva a sujetarse. no en
vano soy argentino, que es casi como decir pedante, fullero, fanfa o arrogante,
pero mal que mal mi barriga se mantiene y aunque hoy son fideos, mañana será
estofado, pizza o papas fritas, el vino estará siempre presente, así nunca me
pierdo, y ahora te escribo distendido, contento, conforme a lo que pienso y no
te miento.