Apostillas

    
Cuando se tiene una mirada periférica circular y universal, se pueden ver todas las cosas y todos los rostros en solo un objeto o una persona.
Parece fantasioso pero es absolutamente objetivo, porque todas las cosas están ligadas entre si y todos los hombres alimentan similares pasiones y los mueven el mismo puñado de intereses. Claro, cada uno es diferente, como son diferentes dos gotas de agua y como son diferentes el bien y el mal, pero no es tan descabellado pensar que son casi iguales, vistas desde un determinado punto.
Resulta interesante como al ver un número se aparecen las imágenes de la historia antigua, fenicios, griegos, romanos, catedrales góticas, ferrocarriles, el reloj de Hiroshima, la temperatura en la pantalla del tv, una nave espacial, el fatídico XXI espera por nosotros. Al unísono se descubre la mano que lo sostiene, la mente que lo piensa, la angustia que produce asociación tras asociación.
Si esto es capaz de despertar un número, que decir de un grano de arroz, se podría llenar una enciclopedia con todas las imágenes que puede disparar ese capullo de hambre blanca.



Abrí los ojos, debe iluminar el sol por la ventana, aquí está calentito, un rato más, es una rueda de hierro, con cien brazos, crujiendo sobre el riel, los pistones chirrían bajo la presión de la caldera, abrí uno siquiera, te esperan abajo, el pibe está subiendo las escaleras, ya llega, más presión, el vapor silba como Sandoval en su gloria, tiembla la gigantesca rueda y parece que quisiera comenzar a rodar, me está acariciando el pelo, que bueno que es, pará, pará no me cachetees, ya voy ya voy, dejame un ratito más, si haceme un té que ya bajo, dónde está el fuego, es una rueda de hierro no un ventilador, el sol, si, rueda gira, alumbra, ¡carajo! ya me desperté.

 

Un reportaje fotográfico de un lugar, en mi próximo viaje o escapada le dedicaré un capítulo, un rollo, a un reportaje de algún lugar.
Encuadre de situación, con un texto que nombre el lugar. Incluir personas en todas las tomas. El primer cuadro a quien te recibe, otro para la situación cotidiana del que te espera, la principal actividad, el intercambio, la preparación, el objeto nuevo y el abandonado, lo brillante y lo oscuro, lo que se muestra y lo que se esconde, lo que seduce y lo que hace sospechar, lo auténtico y lo inducido, la vela y el neón, en alguna me incluiré, en otra encontrare una mirada que me mira, condensar en esas fotos una atmosfera, una vivencia, retratar una realidad y un suspiro, sin duda serán mis mejores fotos.

4º 


Un churro apretado dentro del puño, que estalla sobre el rostro del diariero, el dulce de leche que vuela como una eyaculación por el aire, la llovizna marrón que mancha la ropa de los mirones, y el diariero que arroja el manojo de suplementos dominicales, las letras que se desprenden del papel y vuelan formando un torbellino, inmiscuyéndose en todos los rincones, en catarata desbocada, llenando los bolsillos de los transeúntes, hinchando corpiños, desalojando a las pulgas de los melenudos lomos de los perros. Letras y más letras, vociferando el aire, inhalándose y estornudadas en sonoros resoplidos, dulce de leche en raudales, pandemónium resbaladizo y pegajoso, que se mezclan en bodoque letrado y dulzón.        




Peter Simons, old star del soul y del country, desayunaba en su jardín leyendo distraídamente los diarios del día y la Bilboard.
Su mujer, la top model Masschia Rodello, atravesó con largas brazadas los treinta metros de la piscina, sacudiendo su pelo al salir cerca de él. Con un gesto aprendido en los sets, se sentó a su lado mojando algunas páginas.
- Tené más cuidado, dijo él con una molestia resignada.
Ella pareció no oírlo y apagó de una palmada el reproductor de cd's en el que jugaba su suerte Arco Iris. Apoyó su índice sobre la tapa del Daily Mirror.
- ¿Leíste, dijo con su voz filosa, que todos nuestros vecinos están enamorados de la Patagonia? Sam y Doly se han hecho un rancho, Dorothy compró un casco y piensa mudarse permanente y ahora leí que el insoportable de Murdock levantará allá otro horrible palacete, idéntico al que tiene aquí,
como si con uno no alcanzara para revolverle las tripas a una. ¿Me podes decir, que mierda le encuentran a ese lugar?
- Naturaleza, bellos paisajes, está fuera de posibles ataques nucleares. Enumeró él, mirando dentro de su taza de café, y agregó,
- Además no hay negros ni moscas.
- Suena interesante. Respondió ella. Pensó un instante como decidiendo y por fin chasqueó los dedos y exclamó definitiva,
- Pues entonces vamos a ver de qué se trata.

Peter Simons, entró a sus oficinas saludando sonriente a las empleadas y gerentes, se sentó en el silloncito de su secretaria personal y le dijo por encima de los decibeles de erkes tecnos,
- Valentina, quisiéramos tomarnos unos días. ¿Podrías revisar los compromisos y ver cómo andamos?

La ciudad, desde los altos ventanales, se veía como un hormiguero recién pateado. Si no fuera por haberla visto cambiar tan de prisa en los últimos años no la reconocería, pensó él. En realidad ya no me siento de aquí, no quedan más que algunos pocos recuerdos, algunos vagos que fueron misamigos, un par de lugares de encuentro conmigo mismo, casi nada. Encima me han puesto ese estúpido edificio enfrente con forma de Pato Donald, sin duda que me hará bien salir de aquí.

Al rato volvió Valentina y le dio su informe.
- En la próxima semana mucha actividad basura. Varias citas con personajes de antesala, invitaciones a conciertos de amigos, a eventos deportivos, beneficencia, etc. Una grabación en nuestros estudios con músicos senegaleses pero no corremos con gastos, se puede posponer. Lo único relativo es una participación en el programa de MTV, hay contrato firmado.
- ¿Especifica que debe ser en los estudios?
- No, creo que no.
- Bueno, no hay problema, la entrevista la doy en Argentina, diles que será más pintoresca.
- ¡Muy bien! Pues entonces, nada más. Hizo una pausa y agregó,
 -Tu mujer, ya sabes…, si quieres le invento alguna cosa.
- No hace falta, ella ya está empacando. Haz reservas y a la prensa: un día después.




Ella miraba los folletos turísticos extraviada entre palmeras, lujosos hoteles, tiendas de artesanías repletas de colores y formas zoomórficas labradas en corales, carey, cerámicas, cocos y maderas blandas, cestería en juncos, collares de caracoles, cuencas de azul, rojo, verde y amarillo, plata y oro enjaezando piedras aguamarinas, esmeraldas y ágatas en pulseras, brazaletes y colgantes. Las imágenes la transportaban a esas mesas servidas por un chef de gorro y delantal blanco. Dudaba en que elegiría de esas bandejas rebosantes de frutas, pescados, salsas, verduras brillantes, aromáticas, tiernas, tentadoras.
- Sería hermoso estar allí, rodeada de lujo y naturaleza, servida como reina. ¿Qué te parece?
- No sería mejor llegar a conocer la realidad de ese lugar? La vivencia de la gente que hace humano ese paisaje. El taller donde se cuece el barro, la cantera que se excava en busca de la piedra, el remolino de redes donde se extravían los peces, el buey cargado de mangos llegando al mercado a encontrarse con otros que aportan las frutas y verduras que ese hombre de blanco, educado en una escuela de barrio, buen músico y bailarín, acondiciona en la bandeja todos los días desde las seis de la mañana cuando, después de atravesar la ciudad en bicicleta, llega puntual a ese hotel en que tenés tu habitación con vista al mar, el mismo mar donde la noche anterior miles de velas encendidas fueron al encuentro del amor y de la vida.




Una nube ultravioleta rasgó el espacio como un abanico flamenco en el tablado universal. Lo vegetal pudo sostener su viento. Las raíces se aferraron a las piedras. Silencio de voces, rumor de nutrientes y quiebres. La masa gaseosa y el agua en todas sus formas confluyeron en la nueva era verde. Con el tiempo las enredaderas cubrieron los edificios, las raíces tomaban una grieta y progresando en el esfuerzo terminaban desmoronando los rascacielos. Los hongos fueron más fuertes que el hierro y se alimentaron del óxido de los automóviles. Ya sepultados los vidrios retornaron a la arena y pasando siglos terminaron por ser petróleo igual que las pilas alcalinas y los discos rígidos de las computadoras.
Un mar vegetal lo cubría todo, árboles enormes desconocidos hasta entonces se elevaban a más de 300 metros, musgos espesos cubrían las piedras con una corteza más dura que ellas, sobre los desiertos una resina clorofílica sepultó la arena, los mares se cubrieron de verdín.
 Todo el planeta, desprovisto de hielos, estuvo cubierto por las millones de formas que adoptaron las nuevas dueñas del planeta. Hasta que su desarrollo fue crítico, hasta que la tierra y el agua no encontraron espacio para su propia supervivencia. Fue entonces, que un pequeño microorganismo comenzó a multiplicarse, y su metabolismo recibió como alimento la primera espora.
Sólo fue cuestión de unos pocos siglos para que los mares dejaran ver nuevamente su superficie y un ojo inteligente, con un brillo famélico, escudriñara la tierra firme. 
  
    
 Juntá con una palita un montoncito de arena, más o menos lo que haces de caca  todos los días, ponelo adentro del balde, ahora hacé siete veces lo mismo, ves que el balde está lleno?, bueno es lo que haces de caca todas las semanas, ahora vaciá el balde y volvelo a cargar cuatro veces, haciendo una montañita, ves, eso es lo que haces de caca en un mes. Vení vamos a pedirle a los chicos que nos ayuden, cada uno junta cuatro baldes y vamos a hacer una gran montaña, juntando cuarenta y ocho baldes, tenemos la caca de un año. Que bárbaro es un montón, y sí, en 4 años llenamos un camión volcador, de esos que se levantan y dejan caer toda la arena en las obras en construcción. Una vida, bien comida, son algo así como 80 camiones de arena, una montaña de mierda como una casa de dos o tres pisos. Ahora, viste que cuando nos morimos nos volvemos polvito, o cuando creman el cadáver y a los familiares le entregan una urna con las cenizas, bueno, es un montoncito que cabe en las dos manos juntitas. Juntá con las manos un puñadito de arena y ponelo al lado de la montaña.
     Ahora pensá...




              Preparó el mate, una calabaza de boca ancha, curada con brasas y caña, donde gustaba cebar los dulces de la mañana. Boca abajo, marcando un ritmo de maracas, dejo los palos en la base y de un corcovo lo volvió a su posición listo a recibir la bombilla de lado; con el cucurucho de papel cargó la medida justa de azúcar y escuchó a la pava que avisaba estar llegando a su punto. Suavemente, despacito, dejando correr el agua humeante a lo largo del metal,  formó la primera espuma, olorosa a campo tempranero, como los de Azul, cuando pasó tres meses alambrando un campo de los Valiente, políticos de la ciudad, que se llenaban la boca de discursos y a los peones nunca les dirigieron la palabra, mirando con desprecio las pobres pilchas y los pelos crenchos. Recordó su mirada. La pava quedó sobre el brasero, con su gorra avivó los carbones que se iluminaron intermitentes, como sus ojos que se habían cortado con la resolana.  Llegaron montados en sillas de cuero y platería, de saco y botas, caballos sudados y frenos de espuma. Ya casi está terminado, dijo, estos, al paso que van,  en dos semanas lo tienen. Estos, eran él y el gringo Macías. Se dejaron en un cruce de rutas y a veces recuerda sus dichos: todas las cosas huelen bien o mal, todo tiene su olor, el hueso, la nube, la luna, el metal, yo por el olor sé dónde estoy y con quién. Había dado un paso al frente, por decir algo, por ver de cerca, pero ellos voltearon los caballos prevenidos y tuvo que hacerse a un lado, fue entonces que lo miró, cuando el sol lo dibujó de sombra,  el rebencazo lo cegó de un arañazo, dejándole dentro esa mirada de odio que nunca pudo quitarse. Sorbió el primer mate y lo escupió lejos.