La subsunción (o de cómo el capital se hace con el valor del trabajo más allá de lo evidente)

Esta nota fue la base de un trabajo realizado con mis compañeros del práctico de Sistematica II Antropología Económica, Prof.: Hugo Trinchero.

Cuando nació la criatura, alimentada por las ganancias obtenidas por el comercio internacional y la expanción colonial, además de un mundo nuevo, hirviente de tierras, ideas y técnicas, los poderosos se descubrieron con un sorpresivo excedente, que lejos de derrocharlo en palacios y fiestas fastuas, decidieron multiplicarlo emulando los evangelios, (por aquello de los panes y las mieses), tan devotos al fin...


Sólo que el mecanismo no los puso en contacto con la tierra (ni del cielo, si pensamos en el grosor de los camellos), simplemente endeudaron a los campesinos en semillas, a los talabarteros en cueros, a los herreros en hierros. Es decir, adelantaron el capital necesario para impulsar el trabajo de la misma forma en que se venía realizando. A cambio exigieron un interés. Interés tan exigente que se llamó usurario.


De esta forma el maltrecho siervo, artesano u oficiante, además de pagar sus diezmos debía pagar sus intereses. Por entonces la nobleza personificaba el rostro de la miseria y el capital se presentó con su máscara de progreso. La revolución equivocó los nombres y Guillotín acabó con un pasado de pestes, reyes y hambrunas, sin reconocer en el gesto aniñado y regordete de la nueva era un futuro igual de privaciones y sufrimientos.


Hombres libres, se llamaron. Su libertad concluyó con el primer salario.


Aquí comenzó la primera subsunción (De sub- y el lat. sumere, tomar. Incluir algo como componente en una síntesis o clasificación más abarcadora. Considerar algo como parte de un conjunto más amplio o como caso particular sometido a un principio o norma general. -DRAE-), subsunción del trabajo a la forma capitalista de producción. La relación era directa y formal. El trabajador continuó realizando su trabajo a cambio de un salario que le exigía cada día más producción, más tiempo de labor, más entrega de plusvalia absoluta.


Pasó a ser directa y real cuando variaron las relaciones sociales de producción, se organizó la producción en cadena y el trabajador pasó a ser un componente orgánico del modo de producción. El salario se integró a una fórmula en relación de dependencia -capital constante, medios de producción, capital variable, costo del trabajo vivo- dónde quedó aprisionado, comprobando cómo el tiempo socialmente necesario para producir una determinada mercadería se reducía vertiginosamente generando una plusvalía relativa que consagró la mayoría de edad del capital.


En este caso, tanto los trabajadores como las mercancías producidas dependen y pertenecen al capital que materializa la plusvalía en el mercado.


Distinta resulta la forma de apropiación indirecta. En este caso el capital se desentiende del salario, el trabajador produce su mercancia, llámese bienes de consumo o reproducción de su propia fuerza de trabajo, y la entrega al mercado donde el capital obtiene su plusvalía.


Esta apropiación indirecta, que descansa sobre la base del modo de producción doméstico, (autoexplotación de los recursos de la familia) podría entenderse como primaria, en mi particular modo de ver, a diferencia de otra secundaria que resultaría de la incorporación de trabajadores asalariados y tecnología a la producción doméstica dominante. Con esta última categoría, arriesgo a modo de hipótesis, podrían explicarse los crecientes procesos productivos tercerizados por las empresas que encuentran en este mecanismo un viejo y útil recurso para frenar la tasa decreciente de ganancias al evitar aumentar su capital (inversión), tanto variable como constante.


Pero aún falta poner de manifiesto qué sucede cuando la mercancia producida ofrecida en el mercado es la propia fuerza de trabajo.


Para esto debemos explicar así sea brevemente la composición del salario. En principio digamos que representa el valor de la fuerza de trabajo y que éste se calcula, al igual que el valor de cualquier otra mercancia, por el tiempo socialmente necesario para su producción. Esto supone la reposición inmediata de la capacidad del trabajador para continuar la producción, (ración de arroz), como la reproducción de la misma, (hospital, escuela, jubilación, cementerio). La primera condición se cumple con el salario directo, entregado en mano, la segunda con el indirecto, mediatizado a través, generalmernte, de instituciones del estado.


Cuando el capital omite en todo o en parte su responsabilidad en el proceso de reproducción de la fuerza de trabajo que emplea, es decir no paga salarios indirectos, obtiene una ganancia extra.


La obtención de la máxima ganancia está en la base de la lógica capitalista, a ésto se referían los clásicos con la definición de maximizar beneficios, igualando a la humanidad en individuos empresariales, equiparando la virtud de aprovechar una kilo de harina para sobrevivir durante una semana, a la vileza de superexplotar a millones de hambrientos durante toda su vida. La teoría y la ciencia no son ajenas a la lucha de clases.


El capital reservó para sí la función de reproducción de la fuerza de trabajo especializada, obreros funcionales, técnicos, profesionales, administrativos jerárquicos, etc. Proletarizando en el buen sentido de la palabra a las capas medias de la sociedad y abandonando a su suerte a quienes no utiliza más que temporariamente.



La problemática de la ciudad y el campo permite describir una gran variedad de casos de subsunción indirecta, donde entran en juego los sectores marginalizados, las sociedades "etnicas", los desplazados y refugiados de guerra o hambre. Europa explota a poco más de diez millones de extranjeros que se renuevan en promedio cada dos o tres años. Esto es diez millones de trabajadores a un costo de producción cero y por los cuales no habrá que pagar un centavo luego de su partida. En el umbral del Chaco argentino la producción del 10% de la cosecha mundial de porotos descansa sobre las espaldas de las familias aborígenes, que durante dos meses al año son reclutadas al costo de su mínimo mantenimiento, y el resto del año confinadas a lotes fiscales donde la economía doméstica intentará solventar su supervivencia.


Donde la tierra en que se asientan las familias campesinas pertenece a las mismas compañías que las explotan, esta ficción de salario directo desaparece, dejando lugar a la extracción de una renta en trabajo. Esto es pagar a las compañías con tiempo de trabajo el arrendamiento de un lote de 10 x 10 mts. donde malvivir.


También con trabajo se debe pagar, en otros casos, el costo del viaje realizado para llegar a la cosecha, las chapas entregadas para costruír un reparo, el oneroso alimento consumido; y cuando el trabajo no alcanza a compensar estos costos, o cuando el capital no encuentran excusas más que en las razones de la fuerza, no reniega de utilizar los métodos esclavistas.



Llegamos así a completar el panorama de la subsunción del trabajo al capital.


Este perverso sistema, que ya es adulto, ha crecido escondiendo su rostro, creando cortinas de humo que lo enmascaren económicamente, -la libre competencia, el equilibrio del mercado-, lo justifiquen políticamente -liberalismo, fascismo-, lo absuelvan ideológicamente -racismo, xenofobia- o lo sostenga, en última instancia, militarmente.


La globalización, que nos retrorae a los primeros parrafos de esta nota, en donde el endeudamiento era la herramienta preferida de extracción de plusvalía, ha puesto en evidencia la simultaneidad de todas estas formas de subsunción, ha llevado al límite la contradicción inherente del sistema que destruye aquello de lo cual se beneficia. A los hombres que mueven sus engranajes, a los sistemas que les permiten reproducirse, a la tierra misma que lo sustenta.


De esta manera el modo de producción capitalista subsume las diferentes formas en que se puede manifestar el trabajo humano al mismo tiempo que contiene para su exclusivo beneficio una apreciable gama de diversos modos de producción bajo su dominancia.


Este punto: la coexistencia de diversos modos de organización ecónomica y social dentro de uno hegemónico y dominante, permite aventurar que experiencias como la china o cubana, intentan llevar adelante un proceso similar, de signo contrario, dentro de esa misma lógica. Explican al mismo tiempo reacciones de signos tan diversos como el fundamentalismo islámico o la rebelión maya en Chiapas.


El análisis de estos mecanismos, que permiten repensar el mundo y las sociedades, nos urgen a una actualización de la teoría social y política que explique integramente la realidad, punto inicial e imprescindible para emprender su transformación.


2 de Noviembre de 1999