Develar lo
siniestro
Por Jorge Winter
Lic. en antropología social
“No es
posible que al submarino lo hayan hundido los ingleses.
Que la
comparación de la explosión registrada
con la
que se hizo de un torpedo fueran iguales, eso no prueba nada.
No son
ciertas todas esas estupideces que dicen algunos
de que
el gobierno trata de ocultar lo que pasó.
A mí
nunca se me ocurriría pesar
que esos
44 marinos murieron, no es cierto?”
El avance
hipertrofiado de las ciencias aplicadas a la dominación del pensamiento y la
acción humana en detrimento de las que explican el real funcionamiento de las
sociedades, nos ha situado en un punto en que aquellas han logrado dotar al
poder hegemónico de herramientas tales que hacen posible la expansión del
dominio sin la necesidad de recurrir a la violencia física sino como una última
instancia.
Desde los más
importantes centros de investigación, dependientes muchos de ellos de
universidades prestigiosas a nivel mundial y otros financiados directamente por
los estados y sus agencias, tanto civiles como militares, han aplicado
programas basados en el psicoanálisis y la psicología desde múltiples
perspectivas, apoyándose en una minuciosa experimentación sobre diferentes
grupos sociales a fin de instrumentar técnicas conductuales que pudieran
transferirse tanto a la actuación política como a los aparatos de comunicación de masas.
Los medios concentrados
de formación de opinión, dirigidos personalizadamente a cada audiencia a partir
de integrar información puntual de cada individuo y sector geolocalizado, resignifican acontecimientos que son producidos para reforzar una estrategia
de dominación que abarca a toda su zona de influencia.
La
manipulación de las conciencias apunta en principio a romper los lazos
históricos y sociales. Desconectar al individuo de su cultura local, aislarlo
de su grupo de referencia, confinarlo a su auto centramiento, introyectando
valores de autosatisfacción y mérito.
El segundo
movimiento es aglutinante. Las voluntades enajenadas son conducidas a
manifestarse frente a sucesos igualmente manipulados
y reaccionan de conjunto como individualidades autónomas que luego de
coincidir en tiempo y lugar vuelven a su aislamiento.
Esta
manipulación social denominada guerra de cuarta generación, versión actualizada
de la guerra psicológica, apunta a instalar una psicosis social, entendida como una pérdida de la percepción de la
realidad. Rompe los bordes, los límites de lo real - real por lo real virtual.
Esa realidad
falsa, construida en base al discurso y la actuación, escinde y disloca al
conjunto social que se debate entre lo ficcional y lo objetivo. Apunta en
definitiva a aniquilar la psiquis, individual o como conciencia colectiva, para
adueñarse de ella en lo simbólico y económico.
Quienes asumen
la virtualidad inscriben su subjetividad en ese “mundo feliz”,
independientemente de su realidad material. Los que mantienen la lucidez se
debaten entre la angustia de percibir lo perverso y encontrar los modos de
develarlo a los demás.
Solo la
reacción frente a acontecimientos inmediatos, no mediados, produce reacciones genuinas de indignación y rechazo
pero en cuanto son resignificados y devueltos a la opinión pública, una parte
importante de ella asume nuevamente los argumentos falaces que coinciden con el
patrón de conducta de la negación y tienden a la inmovilidad. Quienes mantienen
su perspectiva crítica son construidos por el poder como los “otros”, reforzando la identificación
con el discurso hegemónico y utilizando el terror como disuasivo a la resistencia.
Tal vez los
hechos fundantes de la aplicación de esta metodología de control social hayan
sido la destrucción de las torres gemelas, la demolición del edificio lindante
y el proyectil impactado en el pentágono, presentados por sus autores como un
ataque terrorista que los habilitase a la ocupación militar de porciones
estratégicas de territorios en Asia y África. Este crimen imposible de asumir
violentó de tal manera la conciencia mundial que destruyó los mecanismos de
racionalidad y el juicio crítico, incorporando
a la verdad en el trasfondo de lo siniestro social.
A partir de
allí se han explotado en diferentes situaciones
los mismos métodos como fueron los casos de la llamada primavera árabe,
la ocupación de Libia o el genocidio palestino. En nuestra región la
instrumentación de un programa de recolonización continental con eje en Venezuela pero con evidente éxito
en Honduras, Paraguay, Brasil y Argentina como en otros países con variantes
locales.
En todos los
casos ha habido fuertes resistencias pero aún los mismos actores de los
movimientos que reaccionan frente a la inmediatez de la mentira asumen la
negación de lo real que se oculta en el trasfondo del suceso para ellos mismos
y los demás con el resultado de ser una
resistencia angustiante ya que la verdad permanece velada e incognocible. En nuestra
realidad local son paradigmáticos los casos de suicidio del fiscal Nisman, la
manipulación de la campaña electoral del actual presidente y recientemente el
hundimiento del submarino San Juan.
Tanto Freud como Lacan analizaron
lo siniestro en la estructura psíquica de sus pacientes y delinearon una
práctica para su tratamiento individual, será necesario ahora un nuevo avance
para develar lo siniestro en el cuerpo
social.
El miedo a la verdad, el terror a
verse a sí mismo como agente de la mentira e instrumento manipulado, oprime de
tal forma el yo de las personas que renuncian a ella con tal de mantener su
equilibrio emocional y la lógica de estar en el mundo al que pertenecen. Lo
contrario sería asumir junto a la liberación, la necesaria transformación
radical del orden social.
“Si es de noche, ¿Cómo es que todavía brilla
el sol?”